Como ya llevábamos dos semanas con rutas muy montañeras, este sábado íbamos a hacer una más relajada. La ruta propuesta era aprovechar la estación otoñal y que los chopos están ahora en su momento más dorado para volver a hacer una circular desde Ademuz por el río Bohilgues.
La última vez fue en noviembre de 2014, ruta que repetiríamos en esta ocasión. En aquella ruta cogimos parte de otra más larga que hicimos en el 2012 para subir al vértice geodésico Pinar y así planteamos la ruta de forma circular en lugar de la clásica de ida y vuelta por el río. Podéis ver aquella crónica pulsando aquí y veréis qué imágenes.
No quisieron perderse esta ruta Pili, Ana, Manel, Nolo, Manuel Carlos y un servidor.
A las 8 todavía era de noche en Ademuz, ya que una capa de nubes cubría el tímido amanecer.
Comenzamos a caminar hacia la Fuente del Tío Manzano pasando por la cascadita.
Nos quedamos mirando esa fenomenal parra silvestre por su colorido, pensando en que ya le haríamos fotos a la vuelta con mejor luz.
Una vista atrás a la población de Ademuz, que íbamos abandonando.
El Sol tímidamente quería salir y llevarse la capa de nubes, pero no lo consiguió hasta media mañana, dejando un día totalmente despejado. De momento se daban en esa lucha unos interesantes juegos de luces que no dudamos en intentar captar.
Detalles de cómo se iba casi iluminando la población y el valle donde se asienta.
Para hacer la ruta cirular y no repetir el sendero del río de ida y vuelta, cogimos nuestra combinación de pistas por la izquierda, que nos irían subiendo por los Montes del Negrón entre campos de almendros y nogales.
Despreciamos el campo a través que hicimos la vez anterior por intentar seguir una senda que al final se acababa diluyendo y obligaba a subir bancales abandonados y en su lugar continuamos por la pista en cómodo ascenso.
Al rato ya veíamos a lo lejos la población de Vallanca, a donde nos dirigíamos.
Pasamos por el punto más alto de nuestra ruta y comenzamos el descenso hacia Vallanca. La pista se inclinaba un poco cuando pasamos por la Cuesta Moya, con la población esperándonos abajo.
Conforme nos acercábamos, el fantástico paisaje otoñal que esperábamos se iba abriendo ante nosotros, protagonizado principalmente por el amarillo de los nogales en feroz competencia con el de las hojas de los chopos.
Una maravilla de colorido que ya no nos abandonaría hasta el final de la ruta. Manel, con su mente de músico, trataba de interpretar en su imaginación la desbordante sinfonía de colores.
Llegamos Vallanca y seguimos la carretera. A la altura de la Cueva del Hocino nos detuvimos a almorzar sentados en las traviesas de madera de los escalones.
Después continuamos con nuestro recorrido pasando enfrente de una casa en la que su dueño se ha currado una singular valla que siempre llama nuestra atención.
Dejamos la población y cogimos la pista que baja al barranco por la derecha. Al fondo vimos el antiguo molino derruido pero esta vez no nos acercamos hasta él.
El espectáculo a partir de aquí estaba servido: ¡¡VA DE BO!!, señores.
Al principio el río no tenía agua y comenzaba a preocuparme pero enseguida comenzó a tomar caudal, sobre todo cuando se le sumó un buen aporte desde debajo de la pista que llevábamos y la estampa comenzó a ser la que siempre disfrutamos. Tocaba regocijarse de un buen paseo impregnándose de todas esas sensaciones de tranquilidad.
Imágenes que incitan a la relajación.
La Fuente de fuencaliente manaba con fuerza directamente al río.
Vi que en una pared de un ribazo había una parra que crecía silvestre con algunos racimillos de uva y se lo avisé al grupo, que se lanzó hacia mí como un grupo de ávidos zombies. La uva era negra y muy pequeña pero tan dulce que parecía miel.
También salían a nuestro paso los rojos intensos de los árboles de caquis.
Hubo un momento en que nos salimos de la senda principal para ir hasta una cascada que no habíamos visitado en otras ocasiones y valío la pena.
Ana quiso hacerse una foto junto a este bonito ejemplar de arce para hacer honor a nuestro compañero Miguel "Arce", a quien sin duda le hubiera gustado venir a disfrutar de esta ruta.
Volvimos a desviarnos por la derecha para ver la otra poza y su cascada, ideal para darse un bañito en verano, aunque alguien todavía se lo pensó al verla tan transparente.
El recorrido siempre junto al río acompañándonos con la música de su gorgoteo.
Foto de grupo en esta maravillosa selva otoñal.
Este caqui tenía unos muy pequeños pero que eran los que estaban realmente maduros en este momento.
La senda nos llevó al precioso entorno donde se asienta el refugio, una caseta con chimenea y mesas con bancos de piedra. Junto a ella hay un puentecito de madera que antes era mucho más bonito. Tenía unas barandillas de madera de las que ahora sólo queda un trocito y que se han caído sin que las hayan repuesto.
Esta es la foto que le hice en 2012 y el aspecto que presentaba entonces.
Disfrutando de cada metro de la ruta llegamos de nuevo a la población de Ademuz, pasando por la parra del principio de la ruta y, cómo le habíamos prometido, le hicimos unas fotos luciendo sus mejores colores.
Llegamos a los coches y al lado mismo teníamos la fuente y el lavadero, donde procedimos a refrescarnos y nos dispusimos a comer para alargar un poco más esta fenomenal jornada, que tuvo hasta celebración de cumpleaños con tarta y todo.
No me canso de ver las fotos
ResponderEliminarNo te canses, Manel. A mi también me encantan y me trasladan a que estuvimos allí viviéndolo. jaja
EliminarHola Pablo, magnifica y otoñal ruta, felicita a Ana de mi parte por esos 15 no me he equivocado 51 juveniles años
ResponderEliminarGracias, Riquelme. De tu parte. Un abrazo.
EliminarHola Pablo, hola senderistas,
ResponderEliminarmagnifica ruta, de las que te curan todos los males. una lastima que no pudiera acompañaros. Sin embargo, la crónica nos acerca.
Gracias por acordarte ;)
Saludos,
Miguel Arce