"Nosotros no tomamos pastillas para no soñar"
Si lo que quieres es vivir cien años, no pruebes los licores del placer.
Si eres alérgico a los desengaños, olvídate de esa mujer.
Compra una máscara antigas, mantente dentro de la ley.
Si lo que quieres es vivir cien años, haz músculos de 5 a 6.
y ponte gomina, que no te despeine el vientecillo de la libertad.
Funda un hogar en el que nunca reine mas rey que la seguridad,
evita el humo de los clubs, reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años, vacúnate contra el azar.
Deja pasar la tentación, dile a esa chica que no llame más
y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar:
¿tienen pastillas para no soñar?
Si quieres ser matusalén, vigila tu colesterol,
si tu película es vivir cien años, no lo hagas nunca sin condón,
es peligroso que tu piel desnuda roce otra piel sin esterilizar,
que no se infiltre el virus de la duda en tu cama matrimonial.
Y si en tus noches falta sal para eso está el televisor.
Si lo que quieres es cumplir cien años, no vivas como vivo yo.
Deja pasar la tentación, dile a esa chica que no llame más
y si protesta el corazón en la farmacia puedes preguntar:
¿tienen pastillas para no soñar?
Este verano tenía claro que quería volver a Pirineos. Es algo que engancha. Había contemplado algunas posibilidades pero como sabía que Kiquet estaba organizando una escapada para subir al Aneto y al Mulleres, no le dí más vueltas y me uní a ellos. Al final fuimos Kiquet y su hijo Paco, Jose y Mari, Miguel, Juan Carlos y yo.
El lunes 9 a las 5:30 ya estaba en casa de Kiquet, en Aldaya, y nos pusimos en marcha. Recogimos a Miguel en Valencia y después a Juan Carlos en la playa y al pasar por Teruel se nos unieron Jose y Mari.
Tras unas horas de viaje pasamos Benasque y llegamos al Parque Natural de Posets-Maladeta. Llega un punto en que no está permitida la circulación con vehículos particulares, por lo que tuvimos que dejar los coches en el parking y cogimos las mochilas.
Fuimos a coger el autobús, único vehículo que puede circular por allí, que nos llevaría hasta el Valle de
Aiguallut. Ya sentíamos el gusanillo en el cuerpo y la emoción de empezar una nueva aventura.
En el final del recorrido del autobús hay unas mesas y un chiringuito muy bien apañado donde sirven bebidas y bocadillos ¡y a precios razonables, no de refugio!
Nos tomamos una
cervecita con limón y emprendimos la marcha, subiendo, claro, hacia el refugio de la
Renclusa.
La subida así de primeras, sin calentar ni nada y con todo el peso de la mochila, que rondaba los 10 kilos en ese momento, hacía surgir las primeras dudas de si podríamos subir hasta allá arriba con este peso.
Cuando estábamos casi en el refugio vimos un mirador... que sirve para eso, para mirar...
Al llegar al refugio tuvimos mucha suerte ya que nos asignaron una habitación para 8 personas y éramos 7 y nos aseguraron que no nos meterían a nadie más porque tenían más sitio. Dentro de la habitación había 4 literas y unas taquillas, por lo que dejamos en ellas todo el material que no íbamos a utilizar en la ascensión y de esa manera el peso se redujo a lo imprescindible. Una vez preparadas las mochilas salimos a tomar algo a unos bancos que había en el exterior del refugio y nos dispusimos a dar una pequeña vuelta para reconocer la zona. Queríamos ir a un pequeño ibón (lago) que no estaba muy lejos.
Iniciamos la subida disfrutando del paisaje y de los arroyos que discurrían por la montaña.
El tiempo cambia con rapidez en estas alturas. Llegamos hasta este pequeño puente y comenzaron a caer unas frías gotas, lo que nos hizo volver a toda prisa por si empezaba a llover con ganas.
Al final todo sóplo fue una pequeña llovizna que enseguida desapareció, volviendo a quedarse una tarde muy agradable. Desde el refugio había una muy buena vista del lugar por donde teníamos que subir mañana y ahí estamos Kiquet y yo con las camisetas conseguidas al terminar la Marató i Mitja, con las que queríamos subir al Aneto, intentando ver por dónde se subía.
En el refugio hay dos burros que sirven para transportar las cosas hasta allí, ya que no hay caminos para vehículos y son el símbolo del refugio de la Renclusa. En uno de los pilares de la entrada se podía ver este curioso azulejo utilizado para predecir el tiempo, llamado "Burrómetro de intemperie".
Sentados en los bancos nos entreteníamos en ver cómo se iba acercando por la montaña la gente que volvía de subir al Aneto. Y también nos preocupaba un poco el ver que muchos bajaban bastante mal. Algunos presentaban unas ampollas importantes en los pies. A otros se les veía muy cansados de la larga bajada y alguno hasta tiraba los palos al llegar con sensación de abatimiento. Otros llegaban bien, claro, tienen que haber de todo.
La cena se empezaba a servir a las 19:30 y fuimos puntuales. Estuvo muy bien. Nos pusieron un puchero enorme de sopa de fideos gordos con trozos de carne, ensalada, 2 longanizas grandes para cada uno con pisto y postre. Enseguida nos fuimos a la cama. Nos habíamos despertado muy pronto, habíamos viajado y nos teníamos que levantar a las 4:30 para desayunar a las 5 y salir pitando. Era un poco raro acostarse con el sol fuera todavía.
Martes, 10 de agosto de 2010A la mañana siguiente, tras desayunar a las 5 de la mañana, nos pusimos los frontales y empezamos a subir. Había ya algún grupo por delante y si mirabas hacia atrás veías las luces de los otros grupos que empezaban a subir también.
Al principio teníamos como referencia una gran piedra negra hacia la que había que dirigirse y una vez allí segir las fitas de piedra. Lo que pasa es que hay tantas fitas que confunden, porque están por todas partes. Teníamos que dirigirnos a encontrar el Portillón Superior, que es la zona que da acceso al otro valle y al Glaciar del Aneto. Nos habíamos desviado algo del track y empezamos a subir hacia esa hendidura de la tercera fotografía pensando que era el portillón.
Cuando llevábamos algo subido, Kiquet empezó a decir que aquello no le sonaba que estuviera tan empinado la vez anterior. Subimos Kiquet, Paco y yo por una pendiente tremenda de piedras y desde arriba le dijimos a Juan Carlos que Jose, Mari y Miguel no subieran por ahí y que siguieran recto para buscar la verdadera entrada. Juan Carlos dijo que se iría con ellos por la otra parte.
Llegamos arriba y pudimos contemplar el Aneto por primera vez, pero no había modo de bajar por allí porque era una caída vertical. Nos tocó crestear hacia la derecha en dirección al Portillón. En un momento le dije a Kiquet que nos estaba siguiendo un montón de gente, y nunca habíamos ido por allí.
Con la correspondiente dosis de adrenalina llegamos al famoso Portillón Superior. Ahí tenemos a Kiquet con el Aneto sobre su cabeza. Nos sentamos un rato a esperar al resto del grupo.
Los otros también tuvieron su entretenimiento. Resulta que Miguel había llegado a pisar el nevero de la segunda imagen. Yo le estoy haciendo la foto desde el Portillón, con lo cual se demuestra que se encontraba bastante cerca. Pero creían que todavía no estaban y se pasaron un buen trozo, que después tuvieron que repetir hacia atrás.
Cuando estuvimos todos reunidos bajamos hasta la nieve y nos pusimos las polainas y los crampones y empezamos a andar por la huella. Nos pusimos bastante crema solar, ya que el día anterior habíamos visto a gente que bajaba bastante quemada por el Sol.
Poco a poco nos íbamos acercando y aprovechando una de las esperas para reagrupar, llené mi botella con agua de un arroyo que salía debajo de la nieve. Me encanta ese sabor metálico del agua del deshielo. Afortunadamente hace mucho que no tengo después molestias estomacales.
Juntos enfilamos el paso por la zona del "hielo negro", que es una gran extensión en la falda de la montaña, de hielo, llamado "negro" porque se transparenta el color de las rocas que hay debajo, pero que este año, al haber más cantidad de hielo y nieve, era "hielo azul". Este tramo no se puede pasar sin crampones ya que es hielo duro y la gente resbalaría. Habría que dar una vuelta bastante grande para evitarlo.
En la segunda imagen vemos que nos vamos acercando al Aneto, y en la tercera, la pendiente hacia abajo que había en ese momento.
En la primera imagen puede verse un grupo que bajaba directamente hasta el Plan de Aiguallut. Nos acercábamos a un punto de decisión. La huella se dividía en dos y alguien preguntó si íbamos a coger la senda de los fuertes o la de los débiles. Evidentemente seguimos la de los débiles, ya que la otra era muy vertical.
Tras girar las rocas del final de la imagen anterior, la senda es ya única y el desnivel impresionante. Nada. Un paso y cuando se pueda, otro. Cuando quedaban unos 300 metros de desnivel para la cima, Miguel dijo que no seguía y que nos esperaba allí. Jose se lo pensó, pero la fortaleza que demostraba Mari en esos momentos hizo que sacara fuerzas y continuó para arriba. Llega un momento en que la nieve se acabó y nos quitamos los crampones. Ahora había que subir por rocas pero el desnivel seguía siendo muy fuerte.
Y poco a poco llegamos a la cima del Aneto. 3404 metros. El más alto del Pirineo.
Desde allí ves que estás por encima de todas las montañas.
Quedaba una cosa más. Aunque aquí ya se considera que has coronado el Aneto y no es necesario hacer nada más, para llegar a la cruz y al vértice geodésico hay que cruzar el "Paso de Mahoma", que es una estrecha cresta con un gran precipicio a ambos lados. Antes de llegar no teníamos claro sí íbamos a intentarlo porque Kiquet había estado en dos ocasiones con mal tiempo y se tuvo que dar la vuelta. Pero este día era magnífico, sin viento ni niebla, por lo que sin pensarlo dos veces nos lanzamos a cruzarlo y lo hicimos sin ningún problema. Jose y Mari se quedaron haciéndonos fotos.
Aquí estamos en la cruz del Aneto y en el vértice geodésico.
En plena cima y dominando todo nuestro alrededor con la vista, tuve una profunda conversación
con los compañeros.
Un grupo de 5 personas venían con un guía contratado y por darles más seguridad los llevaba encordados y los aseguraba en cada paso. En la imagen del medio puede verse a Juan Carlos, Kiquet y Paco bajando uno de los tramos del paso.
Después comimos allí mismo algo para reponer fuerzas y comenzamos el descenso. Habíamos dicho al llegar arriba a un grupo que bajaba entonces ,que avisaran a Miguel cuando pasaran por donde estaba para que fuera bajando y adelantara terreno, con lo que llegó al refugio con un grupo un poco antes que nosotros.
Hubo un momento en que nos cubrieron unas nubes, lo cual agradecimos porque hacía algo de calor. Al pasar por un mar de rocas bastante grande, en que nos tuvimos que quitar los crampones, cada uno buscó su salida. Yo tuve suerte y la encontré pronto por lo que me adelanté, coincidiendo bastante rato con un miembro del Centro excursionista de Villareal, con el que estuvimos hablando. Llegué hasta donde se terminaba la nieve y me quité las polainas y las botas, metiendo los pies en el agua durante un rato mientras esperaba al resto. Allí decidimos comer algo. Llegamos al Portillón Superior, que es la "V" de la imagen central y lo cruzamos para pasar al otro valle.
En un tramo del descenso estuvimos acompañados de esta chica que llevaba a su hijo que no tendría ni 11 años y que bajaba que se las pelaba ¡Pronto empieza!
En la bajada yo iba por delante y al cruzar por los arroyos de la imagen central me encontré en el suelo una cámara de fotos, una Sony de 12 megapixels, dentro de una funda de piel de las que se acoplan al cinturón. Me la metí en el bolsillo y pensaba decirle al chico del refugio que lo dijera en voz alta durante la cena para ver si alguien la había perdido. Pero mientras estaba tomando una cerveza con Paco en el comedor del refugio, oí que en la mesa de al lado hablaban de una pérdida de una cámara y que el chico no lo lamentaba tanto por el aparato fotográfico, sino porque en ella estaba el recuerdo de su primera ascensión a una montaña de su vida y le daba mucha pena no contar con ese documento gráfico.
Me acerqué a él y le dije que yo me había encontrado una cámara y que por lo que contaba podría ser la suya. Fui al dormitorio, la cogí y cuando se la enseñé, botaba de contento. Me enseñó una de las fotos que había dentro, donde aparecía él para demostrarme que era de su propiedad. Y se marchó más contento que unas castañuelas. La daba completamente por perdida.
Sin nada que lamentar, habíamos llegado al refugio, nos duchamos e hicimos tiempo balanceando los pies en el banco de madera hasta que se hiciera la hora de comer, satisfechos por haber resuelto el reto sin ningún inconveniente y dando gracias por el maravilloso día que nos había salido.
Miércoles, 11 de agosto de 2010Este día nos íbamos a levantar una hora más tarde, ya que el tiempo a emplear iba a ser menor, pero no pudo ser, ya que a Miguel se le olvidó quitar la alarma del móvil y sonó antes de la hora prevista.
También de noche, comenzamos a subir. Como ya nos íbamos de la Renclusa, llevábamos ahora todo el material en la mochila y el peso se notaba bastante, sobre todo en esa fuerte subida inicial con las piernas castigadas y aún dormidas.
Pasamos entre campos con vacas que a veces nos obstruían el camino y nos tocaba rodearlas pasando al lado de ellas. Subimos una fuerte cuesta y al llegar a lo más alto nos despedimos de Jose, Mari y Miguel, que consideraban ya cumplido su objetivo y habían decidido no acompañarnos a la subida al Mulleres. Iban a pasar parte de la mañana en el Plan d'Aiguallut y después se irían al albergue donde dormiríamos esa noche.
Nosotros nos adelantamos y llegamos a un gran valle verde con muchas vacas y arroyos. Si alguna vez me reencarno me gustaría ser vaca en Pirineos. Vaya paisajes, vaya hierba fresca, y vaya agua cristalina.
Al fondo de la segunda imagen había unas piedras grandes y decidimos dejar allí escondido el material que no íbamos a necesitar en la ascensión para liberarnos del peso posible. Buscamos unos huecos y escondimos las bolsas tapándolas con piedras. Juan Carlos también escondió una bolsa con algo de comida, pero tuvo la precaución de dejarla algo separada de las otras por si se acercaban animales. Esto fue una acción acertada ya que cuando volvimos a por las bolsas, la de comida había desaparecido. Según nos comentaron los otros tres compañeros, que se habían acercado por la zona, vieron hasta 6 marmotas urgando entre las piedras. Y es que al parecer hay una superpoblación de estos animales en esta zona del Pirineo.
Había momentos en que veíamos claramente el Aneto y la ruta por donde habíamos subido el día anterior. Esta subida es constante pero más cómoda de hacer que la otra, por el tipo de terreno y los menos fuertes desniveles.
Al ritmo de esta conocida musiquilla pasamos al lado de los restos de un nevero, donde la naturaleza había creado la caprichosa forma de un puente, el "Puente sobre el Nevero Kwai".
Tuvimos que cruzar un par de neveros. El segundo no revestía dificultad, pero este primero nos hizo entretenernos un rato. No llevábamos los crampones y había que subir un tramo vertical con bastante pendiente y después ir en horizontal. El tramo vertical era el problemático para no resbalar hacia abajo. Intentamos subir por unas rocas y atacarlo lateralmente, pero era peligroso porque el nevero estaba separado de la pared en forma de cuña por el deshielo y podía partirse, además de que había que dar un pequeño salto para llegar y podíamos resbalar. Kiquet lo intentó y lo consiguió. Yo llegué hasta el lugar y cuando estaba inclinado para iniciar la maniobra, se me cayó la botella de agua entre las rocas y el nevero. Apoyé la bota pero resbalaba y decidí intentarlo de otra manera.
Juan Carlos empezó a subirlo directamente desde abajo, en recto, y despúes le siguió Paco. Cuando bajé me metí en la cuña entre las rocas y el nevero y recuperé la botella, que se había quedado encajada y se veía desde lejos. Después les seguí y continuamos el camino.
En estas grandes losas de piedras buscamos acomodo y nos sentamos a almorzar, localizando yo un sitio donde meter los pies en un charco de agua helada. Me encanta y me deja los pies como nuevos.
Continuamos y podíamos ver en la primera imagen nuestro próximo destino, El Pico Mulleres, cuya apariencia era como si hubiera venido un gran camión tipo volquete y hubiera dejado ahí, en forma de montaña, un gigantesco montón de piedras. Subimos el último tramo, de roca en roca y tiro por que me toca y llegamos arriba, donde había unos cuantos senderistas/montañeros.
Les pedimos que nos hicieran unas fotos para inmortalizar el momento, tomamos unas panorámicas a uno y otro lado e iniciamos el descenso. Ahora Kiquet imprimió un ritmo bastante rápido en la bajada.
Llegamos al valle, recogimos las bolsas que habíamos dejado, excepto la de comida, que había sido secuestrada por las marmotas.
Buscamos un lugar a la orilla del río principal y decidimos comer allí. El lugar es utilizado por mucha gente que coge el autobús que utilizamos nosotros a la ida y pasean hasta aquí, donde pasan el día en el río, haciendo excursiones o tomando el sol en la hierba.
Continuando el curso del río llegamos a la Cascada de Aiguallut. Tras un pequeño tramo de arroyo, toda esta agua desaparece por un agujero cuando llega a la base de unas rocas, en el Forau de Aiguallut.
Llegamos al chiringuito donde se coge el autobús y nos hicimos la cervecita con limón de rigor. Estando acabando, llegó el autobús y se formó una gran cola para subir. Nos colocamos, pero estábamos muy atrás y creíamos que no nos iba a tocar. De hecho tuvimos mucha suerte ya que subimos los últimos y cerraron las puertas tras nosotros.
Cogimos los coches y nos dirigimos al albergue de Villanova, que se encontraba a unos treinta minutos. Estaba casi vacío por lo que otra vez fuimos afortunados con las habitaciones. Jose, Mari y Miguel habían cogido una habitación de 4 para los 3 y nosotros cogimos una de 6 para los 4.
Como ellos habían llegado por la mañana, habían reservado para la cena en el mismo sitio donde habían comido. Les habían recomendado el restaurante del Camping "La Borda d'Arnaldet", donde habían comido estupendamente.
Cuando se hizo la hora nos fuimos al Camping, donde estuvimos conversando con uno de los trabajadores de allí hasta que abrieron el comedor.
Recomiendo este sitio a los que pasen por aquí, tanto por el precio del menú (14 euros) como por la calidad y la amabilidad de todos los empleados. Había cuatro platos de primero y otros cuatro de segundo para elegir y no sabías por cual decidirte. Kiquet y yo nos pedimos de primero un plato de salmón marinado, generosamente servido, que estaba buenísimo y os pongo dos fotografías de unos segundos para que se os haga la boca agua: muslo de pato confitado y lomo de cerdo con salsa roquefort. Casi todos terminamos con tarta al whisky, regada con idem. Miguel, con su desparpajo habitual, llamó al camarero y le dijo que si en la cocina había cocinero o cocinera. El camarero le dijo que cúal era la diferencia y Miguel le dijo: "Si es cocinero, le felicitas y si es cocinera, me la presentas". Os podéis imaginar.
Momentos más tarde apareció el camarero con una botella de cava Juvé & Camps y no sabíamos quién había sido el que nos la había mandado. Al final resultó ser un detalle por parte de Jose y Mari, que desde aquí les agradecemos.
Al día siguiente nos tomamos el desayuno que teníamos preparado y con las primeras luces de la mañana nos despedimos de estas preciosas montañas, a las que volveremos.
Nos queda el recuerdo de unas jornadas maravillosas en las que hemos realizado parte de nuestros sueños en una incomparable compañía y con un humor siempre excelente. Seguro que podemos poner una foto más en nuestra repisa de grandes hazañas.
Un saludo a todos y hasta la próxima.
Podéis descargar los tracks de las rutas pulsando aquí:
PABLOONCE Aneto.PABLOONCE Mulleres.
Impresionante. Estáis que os lo lleváis todo por delante.
ResponderEliminarBueno, ¿y el paso de mahoma que tal? ... ¿da tanto yuyu como parece?
Saludos!
Hola Angel, se agradece mucho tu comentario viniendo de un gran pateador como tú.
ResponderEliminarEn cuanto al Paso de Mahoma, nosotros tuvimos mucha suerte, ya que nos salió un día fenomenal y a que nos fijamos por donde pasaba un guía que iba delante de nosotros con un grupo y eso te da confianza.
Un abrazo.
Que maravilla!!!
ResponderEliminarEnhorabuena, campeones.
Abrazos a todos.
Luis.