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"Por fín es sábado"
Hoy le tocaba el turno al 6º Vértice Geodésico en altura de la Comunidad, El Baile, con 1537 metros. Para esta ocasión había compuesto una ruta utilizando un pequeño tramo de la que hicimos el año pasado con José Manuel y para el resto intenté utilizar la menor parte de pistas posibles, buscando el toque aventurero y la cercanía del monte que te ofrecen las pequeñas sendas y terrenos poco pisados.
Se trataba de atravesar la población de El Toro y, en la salida, coger la carretera de La Salada y aparcar en los alrededores de la Fuente Lambertos. En la ortofoto se ve una explanada a la derecha, pero como aún estaba oscuro, nos la pasamos y aparcamos un poco más allá en un ensanchamiento de la carretera.
Acudimos a la cita; Jose y Mari, Kiquet, Manuel Carlos, Riquelme, Toni, Salva, Mª Jesús y un servidor. Mª Jesús llamó cuando estabamos en La Pinada esperando a que llegáramos todos y dijo que estaba de camino ¡Por los pelos!
Como la ruta iba a ser larga propuse empezar a una hora temprana y a las 7:30 ya estábamos en el lugar de inicio. El paso de coches con buscadores de setas era constante a esa hora. Con las primeras claridades y con una temperatura de 5 grados, pero sin viento, comenzamos a andar.
En estos primeros momentos el grupo estaba aún un poco aletargado por las tempranas horas y se relajaba en la conversación, por lo que en cuanto abandonamos la carretera tuve que animarles a que pusieran más ritmillo y así ya podríamos movernos como acostumbramos, cada semana, bailando el imposible merengue de "La cosquillita".
Subimos por la Rambla de las Maricas casi en su totalidad, lo que hizo que las bromas en esa zona tuvieran cierto "ambiente". El sol fue extendiendo su manto y alegrando nuestros ánimos. Salimos del barranquito y el ascenso se hizo un poco más pronunciado mientras íbamos escuchando los disparos de los cazadores allá a lo lejos.
Llegamos a la cima de El Baile, donde Riquelme puso música al momento con su móvil y recordé que el año pasado Almudena y yo intentamos marcarnos unos pasos de bachata arriba de la estrecha base del vértice. Admiramos las vistas y como aún era pronto propuse continuar para almorzar en otro punto. Seguimos a través de una vereda, pasamos por el Corral del Baile y vimos atrás cómo el Vértice que habíamos dejado nos miraba con nostalgia.
El primer sitio que consideramos candidato para el almuerzo, antes de bajar a un vallecito, tenía unas colmenas cerca, por lo que decidimos continuar. Comenzamos a bajar por la ladera h umbría de suelo acolchado y vimos los rastros de la primera helada de la temporada, que hacía que el rocío perdurara helado a las 10 de la mañana.
Comenzamos a bordear las Lomas del Pozo del Junco. Yo tenía pensado desde el principio almorzar arriba y como ya era la hora, en lugar dar la vuelta prevista a las lomas, le dije a Kiquet si subíamos directamente y me dijo que la tropa que nos acompañaba hoy podía subir por cualquier sitio, por lo que lo propuse y el acuerdo fue unánime. Nos lanzamos a la conquista del cerro, cada uno a su ritmo y encontramos un lugar perfecto para almorzar entre los restos de una antigua construcción y con unas vistas magníficas hacia el horizonte y el querido Penyagolosa.
Dimos cuenta de las viandas y del estupendo vino que trajo Riquelme y probamos la nueva remesa del barril de Kiquet y, con nuevos ánimos continuamos la marcha.
Nos dirigimos ahora al Pozo del Junco, esta zona fue declarada Paraje Natural en el 2004 por su conservado ecosistema, típico de las zonas de montaña elevadas del Centro y Este de la Península y el interés paisajístico. Visitamos el Pozo, que está cubierto por unas maderas y rodeado por unos palos clavados, para tratar de señalizarlo y evitar que nadie caiga dentro. En los alrededores se encuentran unos troncos vaciados que servían para utilizarlos como abrevadero natural para dar de beber a los ganados.
Abandonamos el Pozo y llegamos al cartel indicativo del Paraje Natural, donde estuvimos curioseando. Había visto en la foto del satélite que más adela nte había un navajo bastante grande y nos acercamos a visitarlo.
Retomamos nuestro camino pasando por lugares con nombres muy pintorescos que yo iba nombrando y que hacían surgir las bromas del personal, como el "Collado de la Baraja", "Alto del Tomatero", "Collado de Mataperros", "Corral del Tuerto"...
En el inicio del Barranco de la Cueva, del Agua, como puntualizó muy bien Riquelme, yo tenía marcado en mi track que había que desviarse por una pista que sale a la izquierda, pero atraídos por la fescura, continuamos un tramo por el lecho, aunque después tuvimos que hacer frente a una durilla subida para retomar la pista.
Este trozo de barranco ya nos comenzó a mostrar los avances del otoño.
Continuamos un tramo por pista y cuando teníamos que tomar el inicio del Barranco Polo, nos pareció verlo muy tupido, por lo que dada la hora decidimos continuar un tramo por pista, por la que se avanza más rápido, y tratar de volver a él más adelante, cuando la pista se aproximaría al track previsto. Llegados al lugar, tomamos por la diestra porque desde la ortofoto se veía un claro grande. Al llegar al claro resulta que era una empinada pedrera por la que bajamos corriendo en algunos tramos y por la que el que suscribe podía haber caído ya que me tropecé en plena carrera con una valla de alambre que no habia visto, al estar concentrado en dónde pisaba. Menos mal que, sobre todo la suerte, y en parte mi sentido arácnido, solventaron la situación.
Llegamos abajo y nos encontramos justo encima del Track. Toni hizo unos estiramientos en el suelo que le habia propuesto Mª Jesús, (lástima de foto) durante los que tuvimos unos momentos de descanso y nos pusimos nuevamente en marcha, ahora sí, por el Barranco Polo.
¡Vaya descubrimiento este barranco! Seguro que fue una lástima no haberlo cogido desde su inicio, pero lo haremos en otra ocasión. Comenzamos a vernos rodeados por vegetación donde, aparte de la frescura, se daban cita todos los colores del otoño, desde la gama de los amarillos claros, pasando por los verdes, hasta los ocres y morados. Este tramo hubiera hecho las delicias del verbo de Luis Gispert, que hubiera sacado de su morral los más granados adjetivos.
La guinda, bueno, las moras, pusieron la guinda al barranco, al encontrar unas zarzas donde pudimos deleitarnos todavía con ellas.
Toni, ante el espectáculo, no tuvo más remedio que sacar su hoy perezosa cámara y rendirse ante las vistas.
Una ruta que me ha resultado completamente distinta a la que hice el año pasado y de la que me llevo muy buenas sensaciones. Ha resultado muy variada y entretenida y ha sido larga y ha supuesto esfuerzo, pero eso es lo que nos gusta. Siendo las 2 de la tarde llegábamos a los coches y a las 15:10 ya estaba en casa.
No puedo dejar de felicitar a la gente que me ha acompañado hoy por brindarme el placer de su compañía, con la que con su alegría, buen rollo, esfuerzo y compromiso podrías ir al fin del mundo.
Como acostumbro a amenizar mis relatos con referencias a alguna película, os voy a ofrecer hoy una escena de la película que casi da título a esta crónica: "Por fin es viernes", en la que al final se da la oportunidad de cantar a Donna Summers el tema principal de la película titulado "Last Dance", el último baile. Para nosotros en esta película hay dos contradicciones. Una, que esperamos que no sea este "nuestro último Baile" y otra que, vale que deseamos que llegue el viernes, pero con lo que de verdad disfrutamos es con la otra frase: "Por fin es sábado".
Y si Donna Summers estaba espectacular en 1978, que es cuando se estrenó la película, observad como canta el mismo tema todavía, en este video en 1998. Una pasada, con la que me despido.
Un saludo a todos y hasta la próxima.
Podéis descargar el track pulsando aquí: PABLOONCE
Pulsad si queréis ver la Presentación de "Más de Mil".
Se trataba de atravesar la población de El Toro y, en la salida, coger la carretera de La Salada y aparcar en los alrededores de la Fuente Lambertos. En la ortofoto se ve una explanada a la derecha, pero como aún estaba oscuro, nos la pasamos y aparcamos un poco más allá en un ensanchamiento de la carretera.
Acudimos a la cita; Jose y Mari, Kiquet, Manuel Carlos, Riquelme, Toni, Salva, Mª Jesús y un servidor. Mª Jesús llamó cuando estabamos en La Pinada esperando a que llegáramos todos y dijo que estaba de camino ¡Por los pelos!
Como la ruta iba a ser larga propuse empezar a una hora temprana y a las 7:30 ya estábamos en el lugar de inicio. El paso de coches con buscadores de setas era constante a esa hora. Con las primeras claridades y con una temperatura de 5 grados, pero sin viento, comenzamos a andar.
En estos primeros momentos el grupo estaba aún un poco aletargado por las tempranas horas y se relajaba en la conversación, por lo que en cuanto abandonamos la carretera tuve que animarles a que pusieran más ritmillo y así ya podríamos movernos como acostumbramos, cada semana, bailando el imposible merengue de "La cosquillita".
Subimos por la Rambla de las Maricas casi en su totalidad, lo que hizo que las bromas en esa zona tuvieran cierto "ambiente". El sol fue extendiendo su manto y alegrando nuestros ánimos. Salimos del barranquito y el ascenso se hizo un poco más pronunciado mientras íbamos escuchando los disparos de los cazadores allá a lo lejos.
Llegamos a la cima de El Baile, donde Riquelme puso música al momento con su móvil y recordé que el año pasado Almudena y yo intentamos marcarnos unos pasos de bachata arriba de la estrecha base del vértice. Admiramos las vistas y como aún era pronto propuse continuar para almorzar en otro punto. Seguimos a través de una vereda, pasamos por el Corral del Baile y vimos atrás cómo el Vértice que habíamos dejado nos miraba con nostalgia.
El primer sitio que consideramos candidato para el almuerzo, antes de bajar a un vallecito, tenía unas colmenas cerca, por lo que decidimos continuar. Comenzamos a bajar por la ladera h umbría de suelo acolchado y vimos los rastros de la primera helada de la temporada, que hacía que el rocío perdurara helado a las 10 de la mañana.
Comenzamos a bordear las Lomas del Pozo del Junco. Yo tenía pensado desde el principio almorzar arriba y como ya era la hora, en lugar dar la vuelta prevista a las lomas, le dije a Kiquet si subíamos directamente y me dijo que la tropa que nos acompañaba hoy podía subir por cualquier sitio, por lo que lo propuse y el acuerdo fue unánime. Nos lanzamos a la conquista del cerro, cada uno a su ritmo y encontramos un lugar perfecto para almorzar entre los restos de una antigua construcción y con unas vistas magníficas hacia el horizonte y el querido Penyagolosa.
Dimos cuenta de las viandas y del estupendo vino que trajo Riquelme y probamos la nueva remesa del barril de Kiquet y, con nuevos ánimos continuamos la marcha.
Nos dirigimos ahora al Pozo del Junco, esta zona fue declarada Paraje Natural en el 2004 por su conservado ecosistema, típico de las zonas de montaña elevadas del Centro y Este de la Península y el interés paisajístico. Visitamos el Pozo, que está cubierto por unas maderas y rodeado por unos palos clavados, para tratar de señalizarlo y evitar que nadie caiga dentro. En los alrededores se encuentran unos troncos vaciados que servían para utilizarlos como abrevadero natural para dar de beber a los ganados.
Abandonamos el Pozo y llegamos al cartel indicativo del Paraje Natural, donde estuvimos curioseando. Había visto en la foto del satélite que más adela nte había un navajo bastante grande y nos acercamos a visitarlo.
Retomamos nuestro camino pasando por lugares con nombres muy pintorescos que yo iba nombrando y que hacían surgir las bromas del personal, como el "Collado de la Baraja", "Alto del Tomatero", "Collado de Mataperros", "Corral del Tuerto"...
En el inicio del Barranco de la Cueva, del Agua, como puntualizó muy bien Riquelme, yo tenía marcado en mi track que había que desviarse por una pista que sale a la izquierda, pero atraídos por la fescura, continuamos un tramo por el lecho, aunque después tuvimos que hacer frente a una durilla subida para retomar la pista.
Este trozo de barranco ya nos comenzó a mostrar los avances del otoño.
Continuamos un tramo por pista y cuando teníamos que tomar el inicio del Barranco Polo, nos pareció verlo muy tupido, por lo que dada la hora decidimos continuar un tramo por pista, por la que se avanza más rápido, y tratar de volver a él más adelante, cuando la pista se aproximaría al track previsto. Llegados al lugar, tomamos por la diestra porque desde la ortofoto se veía un claro grande. Al llegar al claro resulta que era una empinada pedrera por la que bajamos corriendo en algunos tramos y por la que el que suscribe podía haber caído ya que me tropecé en plena carrera con una valla de alambre que no habia visto, al estar concentrado en dónde pisaba. Menos mal que, sobre todo la suerte, y en parte mi sentido arácnido, solventaron la situación.
Llegamos abajo y nos encontramos justo encima del Track. Toni hizo unos estiramientos en el suelo que le habia propuesto Mª Jesús, (lástima de foto) durante los que tuvimos unos momentos de descanso y nos pusimos nuevamente en marcha, ahora sí, por el Barranco Polo.
¡Vaya descubrimiento este barranco! Seguro que fue una lástima no haberlo cogido desde su inicio, pero lo haremos en otra ocasión. Comenzamos a vernos rodeados por vegetación donde, aparte de la frescura, se daban cita todos los colores del otoño, desde la gama de los amarillos claros, pasando por los verdes, hasta los ocres y morados. Este tramo hubiera hecho las delicias del verbo de Luis Gispert, que hubiera sacado de su morral los más granados adjetivos.
La guinda, bueno, las moras, pusieron la guinda al barranco, al encontrar unas zarzas donde pudimos deleitarnos todavía con ellas.
Toni, ante el espectáculo, no tuvo más remedio que sacar su hoy perezosa cámara y rendirse ante las vistas.
Una ruta que me ha resultado completamente distinta a la que hice el año pasado y de la que me llevo muy buenas sensaciones. Ha resultado muy variada y entretenida y ha sido larga y ha supuesto esfuerzo, pero eso es lo que nos gusta. Siendo las 2 de la tarde llegábamos a los coches y a las 15:10 ya estaba en casa.
No puedo dejar de felicitar a la gente que me ha acompañado hoy por brindarme el placer de su compañía, con la que con su alegría, buen rollo, esfuerzo y compromiso podrías ir al fin del mundo.
Como acostumbro a amenizar mis relatos con referencias a alguna película, os voy a ofrecer hoy una escena de la película que casi da título a esta crónica: "Por fin es viernes", en la que al final se da la oportunidad de cantar a Donna Summers el tema principal de la película titulado "Last Dance", el último baile. Para nosotros en esta película hay dos contradicciones. Una, que esperamos que no sea este "nuestro último Baile" y otra que, vale que deseamos que llegue el viernes, pero con lo que de verdad disfrutamos es con la otra frase: "Por fin es sábado".
Y si Donna Summers estaba espectacular en 1978, que es cuando se estrenó la película, observad como canta el mismo tema todavía, en este video en 1998. Una pasada, con la que me despido.
Un saludo a todos y hasta la próxima.
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