carretera. Deberemos llevar algún frontal para ser visibles en ese tramo. Al poco de salir del túnel tomaríamos una variante del GR-7 que no hicimos cuando lo recorrimos en su día y que nos subiría por una senda por la derecha siguiendo la senda de Los Pulpitillos.
A la cita acudieron Pili, Ana, Manuel Carlos y un servidor. El día se presentaba muy bueno para caminar ya que, para las fechas en las que estamos, el ambiente era fresquete, soplaba brisa, que en algún momento llegó a ser viento en la parte de arriba y había previsiones de que conforme avanzara la mañana se podría presentar alguna tormenta.
Aparcamos y nos dispusimos a cruzar la presa del Embalse. Las obras de este embalse comenzaron en tiempos de la 2ª República y vinieron a inaugurarlas los políticos de turno bautizando a este embalse como el de "Vicente Blasco Ibáñez", pero las obras acabaron en 1955, en época franquista, y lo inauguraron "otras" autoridades como "Embalse del Generalísimo". Ahora que los tiempos son más tibios, su nombre ha vuelto a cambiar y se llama Embalse de Benagéber en honor al pueblo que quedó sepultado bajo sus aguas.
Debido a la sequía que padecemos este año en la parte Este de la Península el embalse parece encontrarse a mitad de su capacidad, pero aún conserva gran parte de su atractivo.
Una buena caída se presenta al otro lado de la presa.
En junio de 2012 esta zona fue pasto de un gran incendio forestal que abarcó tres términos, Chelva, Tuéjar y Benagéber. Según la sentencia judicial, el fuego fue provocado por un exempleado de la zona que no había sido seleccionado para trabajar ese año en las brigadas del monte y que era vecino de la zona y tenía antecedentes pirómanos.
Si a los pirados que nos vienen de serie, añadimos los irresponsables que tiran las colillas por la ventanilla del coche y a los labriegos que siguen con la cabezonería de quemar los rastrojos, cuando no comprenden que éste es un país incendiable y con perspectivas de desertización, vamos servidos.
En la siguiente imagen puede verse cómo el río y el barranco hicieron de frontera y está quemada la parte de la izquierda y verde la parte de la derecha.
Aquí tenemos el rebosadero. Cuando el embalse está a tope de capacidad el agua rebosa a través de ese círculo y cae directamente a la otra parte de la presa manteniendo así un límite superior del agua. Las barras que aparecen alrededor del círculo son para evitar que el agua haga en ese punto un remolino gigante y vaya cayendo con calma. Yo tengo la fortuna de haberlo visto rebosando un par de veces.
Dispuestos a cruzar el túnel "románico". Tiene una pequeña acera en ambas partes pero, como es largo, conviene llevar algún frontal o linterna que avise a los conductores que vengan de cara de nuestra presencia.
Cruzado el túnel continuamos un pequeño tramo por la carretera por la que habíamos venido. La antigua señal sigue diciendo que hay "peligro de incendio" y no va de broma.
La serenidad de las aguas del embalse transmitían su placidez.
Llegamos al punto de desvío que se veía claramente a nuestra derecha, indicado con un poste del GR-7 y comenzamos a seguirlo en leve ascenso.
Aunque esta ladera se quemó, lo hizo parcialmente y algunas copas de los pinos se salvaron. Se nota la fuerza de la naturaleza queriendo renovar el manto verde con rapidez y esos escasos dos años que han pasado desde entonces, hacen que ya se pueda caminar por la zona y que los rastros de la catástrofe vayan quedando en un segundo plano. Desde esta altura se ve mejor el rebosadero a que hacía referencia antes.
Estábamos en la Senda de Los Pulpitillos que nos iba haciendo recorrer la pared de los barrancos a media altura. Cuando íbamos por ella no notábamos sensación de altura ni peligro pero nos haríamos una buena composición de lugar cuando volviéramos por la pista de abajo que se encuentra a la otra parte del barranco.
Las vistas son fenomenales y el recorrido por la senda, muy agradable. Aquí el terreno se plegó con fuerza cuando se formó y pueden verse los diferentes estratos y las curiosas formas de algunas rocas.
Arriba de nosotros vimos una gran hendidura en la montaña con una valla de piedras que indica que ha sido utilizada como abrigo para el ganado y en un principio nos preguntábamos cómo accederían hasta allí con las ovejas, aunque se intuía desde abajo que habría alguna faja en las rocas que permitiera el acceso directamente. De haber conocido su existencia la hubiéramos puesto en nuestros planes.
Buena perspectiva del cañón del Turia. Abajo, en la imagen ampliada puede verse la pista por donde volveríamos después y que nos daría una visión de por dónde estábamos caminando ahora.
Nos salimos de la ruta "normal" y de la senda y comenzamos a ascender por la izquierda monte a través para buscar el enlace con una antigua pista que circulaba por la parte superior y que aparecía en los mapas. El ascenso no reviste peligro y, ahora que está con escaso monte, tampoco dificultad. Eso sí, tiene un desnivel bastante fuerte que hay que tomarse con calma y pasito a pasito hasta llegar arriba.
Aquí los pimpollos crecen con fuerza por doquier.
Otro detalle de la pista de regreso por el lateral de la pared.
Encontramos sin problemas el inicio de la pista superior y continuamos subiendo por ella, que nos iría acercando a la parte más alta.
Ya veíamos arriba la caseta forestal donde se encontraba el vértice geodésico. En este punto comenzó a soplar un viento fuerte y fresco que me hizo echar de menos el no haber traído alguna prenda de abrigo.
Nos dispusimos a almorzar protegidos dentro del aparcadero dejando al viento que se había desatado momentaneamente que continuara jugando con sus evoluciones.
Al fondo se veía una buena imagen del Pico del Remedio de Chelva.
Comenzamos el descenso por pista, cortafuegos, pista abandonada...
Llegamos a una pista en condiciones, pero cuando llevábamos un corto tramo vimos que el punto donde en el waypoint yo pongo "bajando al cortafuegos" es "subiendo" y vimos que teníamos que dirigirnos hacia esa torre eléctrica. Como el monte permitía el paso sin dificultad, ale, para arriba.
En la parte superior hay una pista que circula por el cortafuegos que teníamos delante y que ahora nos fue haciendo descender hacia encontrarnos con el recorrido "clásico" que habíamos abandonado antes de subir al vértice. Este cortafuegos parece que sirvió para lo que existe y a partir de aquí la vegetación está intacta y, aunque la recuperación por su cuenta que está haciendo el monte hace que la parte anterior fuera atractiva, aquí nos encontrábamos más en nuestra salsa.
Tras despreciar un cruce con el GR que no era el que nos interesaba, llegamos a los tramos que sí que estaban en nuestras previsiones y ya no los abandonamos hasta llegar a los Chorros de Barchel.
A partir de aquí comienza una larga senda en descenso que yo tenía muchas ganas de volver a recorrer desde que la pisamos con el GR-7. Me encanta el entorno por el que discurre, haciendo requiebros y zig-zags y llevándonos hacia el río mientras podíamos ver enfrente los laterales del valle cubiertos por alfombras de pinos.
La fantástica senda nos mostraba muchas veces las instantáneas del lugar por donde caen los Chorros de Barchel en la vertiente de enfrente.
Llegamos disfrutando así al fondo del valle y al río y enseguida tuvimos a tiro de cámara el puente colgante, donde unos "okupas"que estaban en su momento zen casi me fastidian la foto.
El puente de madera es divertido y se mueve balanceándose mientras lo cruzas con el más típico efecto de "Indiana Jones". Parece que las tablas se vayan a romper a nuestro paso y tengamos que gritar aquello de: "¡¡Indiiiii!!
Nada más cruzarlo seguimos la pista de la derecha que nos iría subiendo hacia los Chorros.
La llegada al lugar se nos presentaba como tiene que ser, con una explosión de verdes y frescor. Las enredaderas y helechos crecían por todas partes envolviéndolo todo.
Como en esta ocasión no había practicamente agua chorreando de las paredes, que es lo normal en este sitio, eso nos permitió investigar zonas que normalmente no se pueden. Por ejemplo, pude subir por estos raros peldaños hasta la boca del hueco donde parece haber una fuente, pero que no tenía agua.
Estupenda la foto que hizo Manuel Carlos ¡A qué refresca!
La pared que suele ser más espectacular de Los Chorros y que suele estar verde y con agua, aparecía un poco amarillenta pero aún caía algo de agua de la parte superior.
Esta roca con cara de monstruo del pantano seguro que hubiera hecho las delicias de Mari, a la que le gusta encontrar parecidos en las rocas.
El que no chorreara agua en cantidad de la parte superior nos permitió en esta ocasión una nueva aventura. Pudimos cruzar a la base de la columna e internarnos en ese agujero que resultó ser una cueva con mucha humedad en sus paredes, donde se escuchaba el agua correr y con formaciones curiosas.
Comenzaban a escucharse truenos, aumentado su sonido por la profundidad del barranco y comenzamos el regreso siguiendo la pista que, ya sin desvíos nos llevaría hasta los coches. Un poco más adelante, una pequeña fuente manaba de una de las paredes laterales de la pista.
El recorrido nos iba dejando ahora buenas imágenes del tortuoso cañón labrado por el Turia.
Allá enfrente se puede ver la cueva/abrigo que describíamos al principio de la mañana y por la que pasamos debajo de ella. Desde aquí no conseguíamos apreciar por donde discurría la senda por la que íbamos nosotros ya que parecía una pared bastante vertical, pero en cambio cuando íbamos andando por ella no nos había dado ninguna sensación aérea. Cosas de las perspectivas.
Desde aquí hay una buena caída.
Llegamos a la presa y a los coches y dispusimos una mesita que habíamos traído para comer. Los truenos iban aumentando su sonoridad y siendo más frecuentes y cuando estábamos con los cafés se puso a diluviar y nos tuvimos que levantar rápidamente y meternos en el coche. Parecía que estaba cayendo de golpe toda el agua que no había caído en meses y cuando volvíamos con el coche, bajaba bastante cantidad de agua por todos los barranquitos que dan a la carretera. Que caiga, pero con calma, que falta hace.
Una ruta que nos ha gustado mucho. Es sencilla pero tiene continuos alicientes que la van haciendo entretenida y que nos han hecho pasar una buena mañana de montaña. Nosotros le hemos añadido la subida y bajada del vértice, que es lo que se sale de esta "clásica". La subida monte a través cuando abandonamos la senda de los Pulpitillos tiene bastante pendiente pero es muy gratificante ese esfuerzo (si a uno le gusta, claro) y las vistas del Remedio de Chelva desde la caseta forestal.
El caminar por la senda que baja a los Chorros de Barchel es una pasada y debiera ser considerada como maravilla de la Humanidad (es una preciosidad) y la falta o disminución de agua en la zona de Los Chorros nos ha permitido ver cosas de las que desconocíamos su existencia y que hemos colocado en la columna del "+". Una ruta muy recomendable.
Chic@s una buena ruta, me la guardo, pero cuando llueva, me da pena ver los chorros, como siempre se os ve geniales lo cual nos alegra.
ResponderEliminarLos Chorros no estaban tan mal, la zona se sigue manteniendo fresca, eso sí, no chorreaban, jaja, pero nos dieron la oportunidad de meternos en la cueva, que de otra forma no hubiera sido posible. Te hubiera gustado la subida al vértice.
ResponderEliminar