"Uno que se va a una casa de citas y le toca una de estas sádicas. Metidos en faena, ella le empieza arañar por todos lados. Cuando termina, va camino de su casa y piensa que qué le va a decir a su mujer, ya que va todo arañado. ¡Ah, ya sé! Entra en su casa, coge al gato y se lo pone por la cabeza. Sale la mujer y le dice: ¡¡Mira como me ha puesto el gato, todo arañado!!, y le dice la mujer: ¡¡Mátalo, mátalo, mira como me ha puesto a mi de chupetones!!"
Estaba previsto que fueran unos 19 km., y José Manuel la había calificado de dificultad ALTA y no se equivocó. Yo, que la desconocía, había hecho bromas con lo de los arneses, pero....¡vaya tela! La ruta era lineal, se iba y se volvía por el mismo camino (menos una variación al final del regreso). Este tipo de rutas no son de las que se encuentran entre mis primeras preferencias. Prefiero las circulares porque siempre vas viendo cosas nuevas. En cambio, en rutas lineales de ida y vuelta, vuelves por donde ya has pasado y si hay un tramo difícil o que no te gusta, lo tienes que hacer dos veces.
Nos juntamos 11 senderistas (menos mal que no fuimos más). Al principio hacía fresquillo ya que empezamos muy temprano pero como enseguida empezamos a subir por la Senda dels Amoladors, esa sensación duró poco. Esta senda empedrada va zigzagueando en continuo ascenso y nos ofrece buenas vistas de las imponentes moles y del paisaje según vamos tomando altura.
Cerca de la base de una de ellas, Antonio nos mostró una canal aérea en la cual para cruzarla habían instalado un “puente tibetano” de esos de tres cables, uno para los pies y los otros para cada mano, que tendría unos tres metros de longitud y que se dirigía a una pared vertical en la cual había un cable y los escalones que se pueden apreciar en la foto. La verdad es que estaba tentador, ya que el trayecto no era muy largo pero impresionaba y no conectaba con la senda que llevábamos.
El final de la senda acaba en unos altiplanos que fuimos atravesando y que tenían diferentes nombres: La Sangonera, el Pla del Bancal del Cavall y el Pla de la Font del Barber. Al llegar a la base de la Serra de les Agulles abandonamos la pista y enfilamos por una senda que ya nos hizo añorar los pantalones largos (¡¡cuanto los eché de menos!!, si lo hubiera sabido...) pues estaba muy tupida de coscojas, carrascas, palmitos y romeros que nos arañaban constantemente, tanto es así que al rato nos escocían las piernas y los brazos de los continuos arañazos.
Esta senda, también de subida, contaba con la dificultad que os he comentado y con que había que ir cresteando la Sierra por pasos a menudo poco marcados y entre las piedras, con lo que las piernas de rodilla para abajo se iban cargando debido a los diferentes esfuerzos y tensiones. Y menos mal que iba por delante Mariano con la corvella despejando algunas de las ramas más molestas, que si no…
Almorzamos posicionados como si estuvieramos encordados, en línea sobre una de las aristas de la sierra y como no podíamos levantarnos nos íbamos pasando de uno a otro, como una cadena de ida y vuelta, las aceitunas, el vino, los frutos secos y las galletas.
Lo que os contaba antes y el calor que comenzaba a hacer cuando no soplaba ni una pequeña brisa hizo que, con buen juicio, primero Mari Piqueras y después Jaume se quedaran a esperarnos para reservar fuerzas para la vuelta. La situación se iba complicando cada vez más porque el ángulo de las crestas se iba cerrando, hasta llegado un punto en el que ya veíamos la cruz y a Antonio pasando de la única manera que se podía que era sentado a caballo en la cornisa, con una pierna a cada lado y con precipicio en las dos vertientes. En ese momento Toni y yo nos miramos y nos dijimos que no valía la pena el riesgo, que era muy alto y decidimos no pasar. Lo mismo decidieron otros como Kiquet, Juan Navarro o José Manuel, que se acercaron más pero también pensaron lo mismo. Al final pasaron 4. Creo que fueron Antonio, (rectifico la crónica para decir que sí pasó Manuel Carlos), Carlos (un amigo que se había traido Antonio) y Mariano.
Nosotros comenzamos el duro regreso. Otra vez arañándonos constantemente. Nos encontramos primero con Jaume y después con Mari y el grupo se fue fraccionando. Por delante se fueron Mariano y Kiquet, después íbamos Mari y yo, a la que había encontrado dudando en una bifurcación. Continuamos un rato juntos y después dijo que se esperaba al grupo de José Manuel, después iban José Manuel y Juan Navarro y por último Antonio, Toni, Carlos, Jaume y Manuel Carlos.
Kiquet y Mariano se habían marchado por delante y Mariano me había dicho que él iba a ir a la Font de la Sangonera, a la que se podía llegar mucho más adelante desviándose un poco. Como mi agua iba escaseando yo sólo tenía en mente que quería llegar a la fuente, bebérmela toda y mojarme la cabeza. Cuando terminé de bajar la sierra y aboqué a la pista, así se lo hice saber a José Manuel por el walkie y tomé el caluroso camino. Ahora que observo el mapa con calma, veo que en ese punto en que enlaza la senda con la pista y en el que hay un pino solitario, si en lugar de seguir por la izquierda, que era nuestro camino, me hubiera desviado a la derecha, enseguida hubiera llegado a lo que está marcado como la Font de Rovira (aunque desconozco si lleva agua).
Como digo, continué por la pista y tras un buen rato, primero me encontré a Mariano que venía de la fuente (¡¡qué envidia!!) y decía que no hacía falta que subiera, que él había cogido agua, pero le dije que tenía en mente refrescarme en la fuente y que me iba para allá. Comencé la subida y me encontré a Kiquet que también volvía del mismo sitio y me dijo lo mismo y yo también me repetí. Al final llegué a la fuente de la que manaba un hilillo de agua, pero fría, que me supo a gloria. Desde allí se veía el mar bastante despejado.
En esos menesteres estaba cuando me llamó Toni al móvil diciéndome que ellos cinco, que conformaban el último grupo, se iban a quedar en el pino que había al llegar a la pista y que he descrito antes, ya que tanto Antonio como Jaume iban bastante mal por el calor (las temidas pájaras) y que Antonio había llamado a su hijo para que fuera a ese punto a recogerles con el coche y llevárselos a donde teníamos aparcados los nuestros. Que continuáramos y no les esperáramos.
Cosas de las coberturas telefónicas. Me comuniqué con José Manuel por el walkie y se lo hice saber. Mariano y Kiquet, que eran los más fuertes, se dirigieron de vuelta para llevarles agua, aunque ambos al final volvieron sobre sus pasos pensándolo mejor, ya que iban a recogerles con el coche.
Yo por mi parte me dirigí de vuelta a la pista desde la fuente por otra senda, haciendo un triángulo (Mariano lo había hecho por la mañana) y cuando comencé la senda dels Amoladors me encontré con José Manuel, Juan Navarro y Mari Piqueras que llegaban a ese punto al mismo tiempo que yo. Comenzamos el descenso y nos desviamos por otra variante de la senda, la senda de los Borregos, que ahorraba tiempo pero era más agreste y empinada que la otra. Aquí el cansancio de las piernas ya se dejaba sentir y ya las tenía bastante cargadas. Después se nos unió Kiquet y más tarde Mariano y en un trayecto que se me hizo larguísimo llegamos a la zona de los coches donde, menos mal que todo había ido bien y nos estaban esperando “los cinco” con grandes garrafas de agua (ya se habían bebido una entera).
Cambiando de tercio. Por mi parte, mi cuñado me había dicho que les organizara una excursión para el domingo y tras contemplar varias opciones al final me decidí por llevarles a ver los Estrechos del río Ebrón, ruta que había hecho con el grupo en marzo y que ya conocía.
Nos llovió en la carretera mientras nos dirigíamos a Ademuz pero al llegar lucía un sol espléndido. Yo llevaba la idea de bañarme a la vuelta en la zona de los estrechos. Me tenía como hipnotizado la claridad de esas aguas y la belleza de ese paraje y llevaba el bañador puesto debajo del pantalón para facilitar las cosas.
Esta vez nos habíamos llevado una mochila con zapatillas de agua para cruzar el río y bien que hicimos, ya que además del tramo de las piedras, en el vado en el que había dos troncos para pasar, ahora sólo había uno y era muy fácil resbalarse. El recorrido por las zonas entre el río y las paredes de piedra también estaba en ocasiones muy resbaladizo por lo que yo me metía de pies en el agua y les ayudaba a cruzar (el agua sigue estando helada).
Llegamos hasta el puente de tierra de La Fonseca y cuando empezamos a volver nos cayo un chaparrón bestial que nos quitó el calor de golpe (¡que lluvia más fría!) y como no habíamos previsto que lloviera nos dejó empapados.
Más tarde, mientras mi mujer y yo nos habíamos quedado un poco retrasados para cambiarnos de zapatillas, empezó a caer una granizada con mucha fuerza y nos refugiamos en una de las oquedades de las paredes del barranco, pensando en si los demás habrían hecho lo mismo. Pero cuando llegamos a los coches nos dijeron que les había pillado ya fuera de esa zona y no había donde cobijarse porque debajo de los árboles se mojaban igual.
Una vez secos y con el sol fuera otra vez decidimos cambiar de sitio y buscar algo más resguardado para comer. Emprendimos el regreso y nos apartamos en un área recreativa cerca de Castielfabib y menos mal que una parte tenía techo porque cuando estábamos comiendo y con las mesas desplegadas nos volvieron a caer varios chaparrones, algunos de ellos acompañados de sol. Tiempo primaveral.
Se lo pasaron todos muy bien y les encantó la ruta. Mis sobrinos ya me están pidiendo otra para el mes que viene. Ventajas de tener un tío senderista.
Un saludo y hasta la próxima.
Podréis descargaros el track de las dos rutas clicando aquí: ROCACOSCOLLA.
(Aunque en esta ocasión la primera no os la recomiendo, jeje).
Pablo gracias por tu cronica, veo lo que "paso" el sabado, pero en cuanto la cuelge Jose Manuel (los mapas) voy a intentar subir, no se asta donde, pues es la zona que desconozco, y Yo queria hacerla con Mari. Escucha si quieres tener dos nuevos sobrinos, llamanos para los domingos. Un saludo y deseando os recupereis pronto, un beso y un abrazo. Mari y Jose
ResponderEliminarHola, Pablo, tras leer tu crónica y la de Kiquet, veo que lo pasasteis mal, pero creo que el fuerte calor influyó bastante. La ruta, entre lo que explica Rafa Cebrián (tomo I de sus "Montañas Valencianas") y otros montañeros, es un itinerario muy exigente, con abundante matorral y muy agreste, con el paso que explicáis, del "cabalgando". En ocasiones, he tenido que enfrentarme a este tipo de situaciones -eran otros tiempos-, en las que se obtienen experiencias para el futuro. Recuerdo una de ellas. Ibamos cresteando por el Cullera hacia el Herrera, por si había algún paso. Pero no. Perdimos el rastro de la senda y nos metimos en un atolladero tremendo. Fíjate que lo mejor fue ayudarnos con las aliagas en las bajadas para evitar los afilados resaltes del rodeno. Total, las suelas de las botas destrozadas y los pantalones con mil roturas. Pero de esa excursión saqué conclusiones positivas, que siempre las hay.
ResponderEliminarVeo que por el Ebrón disfrutaste.
Un abrazo.
Jose, la senda dels amoladors es muy bonita, como ves en la foto, y la bajada por la de los borregos está muy marcada. Lo que no es recomendable es meterse por la senda impracticable para crestear.
ResponderEliminarLuis, sí, aquí se nos juntó un poco de todo, el calor con lo tupido de la maleza y que era mucho rato en esa situación.