Páginas

sábado, 30 de abril de 2011

0031-Vértices Geodésicos Más de Mil C.V.: Cabezo (1298 m) / A+ 745 m / 20 km

.
"La Primavera A Cappella"


Como estamos en medio de la explosión de brotes y flores aquí tenéis una muestra de las que he ido viendo por la ruta para que también las disfrutéis. Ya que a las imágenes no les hace falta ni música, aquí tenéis al grupo Israelí Carmel interpretando "La Primavera" de Vivaldi sólo con sus voces, sin ningún instrumento más. Espero que os guste.





Esta semana le correspondía el turno al Vértice Geodésico nº 31 en altura de la Comunidad Valenciana, Cabezo, de 1298 m de altitud, situado en el Término Municipal de Alpuente, Valencia.

Como el personal tenía compromisos por asuntos comunioneros, a la cita sólo acudimos Manuel Carlos, Almudena y un servidor. En esta ocasión no vino Luisa, a quien le encanta la aventura pero en su lugar vino Almudena, cuyo apellido es "me encanta el riesgo".

Cuando publiqué la propuesta dije que esta ruta se preveía aventurera, ya que salvo una pequeña parte del inicio, el resto era nuevo y no había encontrado tracks que me probaran que alguien había pasado por allí. En algunos tramos tendríamos que buscar el mejor paso. Se trataba de evitar las pistas en la medida de lo posible y habría que ir por el monte y barrancos para unir unas pistas y sendas con otras.
A las 7:15 comenzábamos a caminar por un perezoso Alpuente que estaba todavía adormecido entre las sábanas. Los colores de las construcciones en piedra lucen más con estas luces en penumbra, ayudados por el día que iba a ser nublado, sin viento y con una temperatura muy agradable.


Callejeamos un poco por los alrededores del Ayuntamiento y pasamos por detrás de la Iglesia, que es donde está la senda que nos subiría a la zona del antiguo castillo de Alpuente. Una señal ya nos advierte de los riesgos de caída al acantilado que supone salirse del circuito señalizado.


Queríamos subir aquí para observar las vistas del cañón aunque la neblina persistente no dejaba ver mucho en lejanía.


Recorrimos las estancias, cuyo conjunto está siendo restaurado y tuvimos una primera visión de la montaña a la que tendríamos que subir para visitar el vértice, que era la más alta de las que teníamos en frente.



Comenzamos a bajar y ya observábamos en frente la senda que tomaríamos después para subir en diagonal por la ladera opuesta.



La visita a la cascada fue la primera sorpresa grata del día, ya que debido a las recientes lluvias, el agua se había coloreado de un rojo intenso, que unido al verdor estacional, le daba al conjunto un aspecto selvático.


Si no fuera porque sabemos que estamos en Alpuente, a pocos kilómetros de Valencia, estas fotos bien podrían parecer sacadas de una garganta del Orinoco y me pasa aquí como al del chiste de aquél que se confunde cuando le preguntan de qué clase son sus palomas mientras estaba contando una batallita: "¿Mensajeras?" "¡Que no, tío, que no te exagero!"



Abandonamos el idílico lugar aunque no vimos papagayos ni tucanes y por una senda en aquellos momentos muy resbaladiza llegamos al punto en el que teníamos que cruzar el arroyo, con el que afortunadamente no tuvimos problemas.



Cuando llegamos al final de la senda, una terraza plana nos permite una visión inmejorable de el acantilado en cuya cima estábamos hace un rato y podían verse las últimas casas colgadas a pico en el mismo borde y la pasarela por la que habíamos pasado, confirmando que, como diría Chiquito de la Calzada, había una "pequeña caidita... Jooorrrr".



Hasta aquí llegaba la civilización, es decir, el track conocido y un poco más adelante nos metimos de lleno en nuestra aventura. Para evitar las pistas había planeado marchar por el interior del cauce de un arroyo seco y, aunque a pesar de las lluvias no llevaba salvo un hilillo de agua, nos permitió sentir ya la adrenalina de lo improvisado. Tuvimos que esquivar algunos pequeños saltos que hacía el cauce.


En un momento en que Manuel Carlos y yo nos salimos bordeándolo para no mojarnos tanto con las hierbas, el sexo fuerte continuó un rato por el interior, hasta que más tarde se unió a nosotros.

El cauce se fue poniendo algo más espeso de pasar y a la vista del mapa decidimos ir por una ladera hasta que cruzáramos el track. Se podía pasar perfectamente ya que la calidad del follaje acompañaba.


Tras abocar en unos campos de almendros, llegamos a una pista que cogimos por la derecha y que enseguida volvimos a dejar por la izquierda para, por un valle, ir subiendo en fuerte pendiente.


La vista desde lo alto nos metía entre las nubes, enmarañadas éstas lánguidamente entre algunos de los cerros cercanos.


Avistamos el solitario vértice que estaba allí quietecito esperándonos, y nosotros también a él, para que fuera uno más en la mesa de nuestro merecido almuerzo. El vértice está enclavado en un lugar muy chulo, amigable, en el que apetece quedarse un rato pensando en lo insignificantes que somos rodeados de tantas cosas con las que disfrutar y que en cualquier día claro seguro que se tiene mucho campo de visión, aunque todo tiene su encanto.




Tras el almuerzo comenzamos el descenso, por otro lugar improvisado, en busca de una pista que circulaba más abajo. La cogimos por la izquierda, bueno, al principio un poco por la derecha, jeje. Lo que pasa por ir hablando, pero enseguida rectificamos y continuamos, aunque poco después nos volvió a pasar. El GPS nos avisó con el "¿Qué pasa neng?" pero tan absortos estábamos en la conversación y con las formaciones que hacía el paso del agua con la tierra en esta zona, que no le hicimos ni caso. Un poco más adelante, al consultar el GPS, dimos media vuelta y volvimos a disfrutar de las formaciones rojizas y de los esfuerzos del ser humano para intentar que los árboles fijen esta tierra con sus raíces.


Nos salimos ahora sí de la pista por el lugar previsto y volvimos a lo imprevisto. Se trataba ahora de descender por la zona del Barranco Fuerte hasta enlazar con el Barranco Salobre. No había más que seguir hacia donde amablamente, cual dálmatas, nos indicaban esos dos. Es un decir. Buscamos la mejor forma de ir descendiendo, que no estuvo mal ni la zona muy sucia y tras una bajada divertida enlazamos con el Barranco Salobre. Descendimos hasta al mismo cauce, ya que suponíamos que los cursos de agua intermitentes lavarían la tierra dejando las piedras al descubierto y estaría más despejado, como así fue, aunque no siempre sucede del todo así.


Fascinados por el colorido de las rocas y las tierras fuimos descendiendo. No tuvimos que salvar grandes dificultades salvo algún salto como el de la segunda imagen, de unos 10 metros, que rodeamos, Abstenerse de bajar este barranquito corriendo porque la caída se presenta de golpe. En los momentos en que pase agua se debe formar aquí una gran cascada, y si baja algún senderista corriendo... otra.


Continuamos disfrutando de la bajada bromeando con nuestra especialista en barrancos, que estaba disfrutando de lo lindo y pensando que menos mal que el tiempo no había empeorado porque si hubiera empezado a llover tendríamos que haber salido rapidamente de aquí.



Llegamos 00000hhh al final del largo barranquito pero la aventura continuaba. Pasamos por unas fotografiables ruinas...


...y más adelante nos encontramos con unos, mucho más fotografiables campos de cereal que nos hipnotizaron con su verde intenso, que parecía el fondo de escritorio del Windows XP.., bueno, era mucho más bonito. Sólo le hubieran hecho falta algunas nubes algodonosas.





Un poco más tarde, cómo no, volvimos a abandonar la pista para caminar por una senda paralela a un curso de agua. Lo cruzamos sin problemas por el lugar que muestra la segunda imagen y llegamos al Área recreativa de La Arquela, que tiene paelleros, mesas de piedra y una fuente con dos caños.


El agua de esta fuente era fresca y fina y no la desaprovechamos ya que cargamos nuestras jorobas cual camellos y también nuestras cantimploras.


Emprendimos camino hacia nuestro siguiente destino. La Cañada del Pinillo y el cañón que forma la Hoz del Castillo. Yo le había dicho a Almudena que iríamos por una senda que circulaba a media ladera pero ella no creía que subiríamos tan alto.


La senda nos iría subiendo poco a poco llevándonos por el borde y ofreciéndonos unas muy buenas vistas del cañón.




Oímos ruido de agua por la derecha y vimos allá abajo, encajonada, una cascada que paralizó nuestra marcha unos instantes y que intenté acercar para que se viera bien gracias al zoom.






La senda nos va bajando al fondo de la Cañada y aunque vimos las señales de un PR que nos llevaba por pista hacia la población de Campo de Abajo, nosotros continuamos tozudos nuestro track previsto por una senda que también nos llevaría allí.


Al salir del pueblo ya veíamos enfrente el pueblo de Alpuente al que accederíamos caminando entre los verdes campos y más tarde un poco por carretera.



Llegamos al coche a las 14:25 y como teníamos el calzado y los pantalones con muchos restos de nuestra reciente aventura, Almudena y yo decidimos ir andando un leve trecho hasta la zona donde se encontraba el lavadero y teníamos pensado comer. El cielo se estaba cerrando y comenzaron a caer las primeras gotas, que se convirtieron en fuerte chaparrón de primavera y que nos obligó a refugiarnos bajo un balcón hasta que escampara.

Cuando la lluvia remitía bajamos al gran lavadero y continuamos el relajante ritual pediluvio, nos cambiamos de ropa y disfrutamos de todo lo que traíamos para comer.



No es porque yo lo diga, pero ha sido una magnifica ruta, aventurera y con mucha variedad que no nos ha dado tregua en ningún momento. Al salirse de rutas convencionales, es apta para gente a la que le guste también lo mismo que a nosotros y descubrir cosas nuevas aunque haya que sortear de vez en cuando pequeñas dificultades, que para nosotros no son un contratiempo sino lo que le pone a la ruta ese punto de sal.







Un saludo a todos y hasta la próxima.
Podéis descargar el track pulsando aquí: PABLOONCE
Pulsad para ver la presentación de "Más de Mil"

Leer más...
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons.