En las semanas previas a la celebración de la prueba se había puesto en contacto conmigo Rafa Pobo, un miembro de la organización de la MIM. Me dijo que había leído la crónica que hice el año pasado cuando participé, que le había gustado y que si le daba permiso para que la publicaran en el periódico El Mediterráneo de Castellón, ya que podía dar ánimos a otros corredores. Le dije que claro, que por mí no había ningún problema y que me sentía orgulloso de que le hubiera gustado y de que pudiera servir de ayuda para dar confianza a otros. Aquí está el artículo que salió publicado en el Suplememto de Atletismo de ese periódico el día 11 de mayo: (podéis ver la crónica original aquí).
Puntuales, nos colocamos los dorsales, cogimos las bolsas que hay que dejar en los autobuses para que nos las lleven a meta y nos dirigimos a la zona de inicio.
Las 5 de la mañana y todo estaba lleno de corredores. Se habían inscrito más de 1300. En la primera imagen se ve la zona de vallas donde se entregan las bolsas dependiendo del número de dorsal que tengas para que las puedan clasificar.
En la segunda imagen está la carpa para la activación de los chips que llevamos en la zapatilla. Todos tenemos que pasar por ahí.
En la primera imagen estamos en los últimos metros de senda para alcanzar la cantera, donde ya se ensancha y cada uno puede correr como quiera.
Hasta el kilómetro 20 me encontré fenomenal. Los hice en menos de 3 horas, pero a partir de aquí empezó a dolerme en la ingle cada vez que avanzaba la pierna. Llegué al control de la Bassa de les Oronetes (km 24) y ví a Manuel Carlos que me dijo que iba 5 minutos por delante de mí y salió un poco antes. Me tomé un ibuprobeno para ver si el dolor desaparecía y continué la marcha.
Cuando cruzaba la Rambla de la Viuda ví que tenía cobertura y llamé a Kiquet porque sabía que ellos estaban haciendo una ruta por el monte pero no pude conectarme. En la larga subida desde la Rambla de la Viuda hasta Les Useres lo pasé bastante mal. El dolor aumentaba cada vez que avanzaba la pierna, lo que hacía que fuera desequilibrado y se me fuera cargando la otra pierna y la espalda.
A todo esto hay que añadir que hacía un calor de pesadilla. El sol lanzaba sus rayos con fuerza, no había nada de viento y la temperatura ambiente era muy alta. La gente estaba haciendo un gran esfuerzo y sus caras lo decían todo.
Llegué renqueando al control de Les Useres (km 33) y volví a ver a Manuel Carlos, nos comimos unos bocadillos de jamón con tomate sentados a la sombra y bebiendo bastante. Al rato él dijo que se iba y yo le dije que estaba pensando en abandonar allí. Estuve un rato más sentado, me quité las zapatillas, me tiré agua a los pies y me cambié los calcetines. Cuando me levanté no sabía qué hacer. Tenía claro que como estaba no iba a terminar la carrera, quedaba todavía lo más duro, pero parecía que me encontrara algo mejor y pensé que ya que estaba allí podía tomármelo más tranquilamente y yendo despacio acabar en la Ermita de San Miquel de Torrocelles. Es un lugar que me gusta especialmente y además en el avituallamiento ponen unas empanadas de tomate que están de muerte.
Me puse la mochilita y decidí continuar ese tramo más. Cuando salía del área de avituallamiento, vi a un corredor sentado en la sombra con el que he coincidido varias veces en las carreras de montaña y le dije que si continuaba y me dijo que no, que lo dejaba allí porque el calor que hacía le había agobiado y que pensaba que ya no la iba a disfrutar (era su cuarta MIM).
Con mis temores parpadeando en ambar inicié las cuestas para salir de Les Useres y me fui encontrando con gente que venía en sentido contrario. Era gente que abandonaba, que habían intentado seguir pero ante el esfuerzo de las subidas y el calor reinante habían decidido darse la vuelta. Cada vez que veía a un corredor cara a mí me preguntaba a mí mismo si no sería mejor seguirle también, pero poco a poco iba subiendo.
Cuando ya quedaba poco para terminar la subida tuve que pararme y echarme agua por la cabeza. El sol era de justicia, pero de esas en que te declaran culpable. Al rato vi llegar a una pareja en la que la chica iba tan mal como yo y decidí seguir con ellos. Él le iba dando ánimos continuamente, diciendo que ya no quedaba nada para la Ermita (mentirioso) y que si llegas a la Ermita, llegas a Xodos, y que si llegas a Xodos, llegas a la meta....(¡madre mía!). No sé si al final llegarían o donde lo dejarían porque al final de la cuesta hay una gran bajada y más allá un puesto de avituallamiento sólo de agua. Me parecía un oasis cuando lo veía desde arriba. Sólo le faltaban las palmeras. Estaba deseando llegar y cuando lo hice me bebí toda el agua que pude y me acosté en el suelo en unas piedras a recuperarme de la calina.
Desde arriba había visto cómo se estaba formando una tormenta en el Penyagolosa y sonaba de vez en cuando algún trueno y se veían los rayos y pensaba en lo bien que nos hubieran venido esas nubes hace un rato.
A partir de aquí el calor se suavizó, empezó a nublarse y cuando estaba llegando a la Ermita (km 43) empezaron a caer unas tímidas y muy agradables gotas. Cuando pisé la alfombra del control de Torrocelles le dije al chico: Aquí me quedo, ¿a quién tengo que darle el chip? y me dijo: a mí mismo. Pues toma.
Había acabado mi maratón (43 km) sin la mitja que me quedaba, pero ya había sido bastante para como me encontraba. Me doy por satisfecho de haber llegado hasta aquí aunque está claro que lo que me hubiera gustado es acabarla.
Me fui directo, cómo no, a por la empanada de tomate y mientras disfrutaba comiendo y bebiendo, hablé con un chico que nos bajaría a los que nos fuéramos retirando en furgoneta hasta la población de Atzeneta y de ahí en autobús hasta la meta para recoger las bolsas.
A partir de ahora no paró de llover, y en momentos con ganas, que tampoco es eso, con un poquito para refrescar hubiera sido bastante.
Las caras de los que íbamos en la furgoneta eran todas tristes, nadie hablaba y cada uno tendría su historia particular y sus causas.
Los que continuaron a partir de la Ermita de Torrocelles cambiaron el calor por la lluvia y el barro. La meteorología fue extrema en esta ocasión. Se pasó de un fuerte calor a la tormenta, con lo que dificulta el agua y el barro correr por esas pendientes.
Manolo y Manuel Carlos consiguieron terminar y mejorar sus tiempos por lo que desde aquí les mando una felicitación.
Un saludo a todos y hasta la próxima.
¡Ánimo Pablo!, al año que viene la terminarás, lo sé con seguridad, eres un fenómeno en todos los buenos sentidos. Lo relatas de una forma que lo vivo como si me ocurriera a mí, hasta me emociono.
ResponderEliminarEstoy contigo, que lo de no entregar la camiseta y otras cosas a todos, NO ESTA NADA BIEN, creo que solo por participar y pagar la inscripción, se debe de entregar. Y lo que se escribe ten seguro que se lee.
Un abrazo
Simón
Enhorabuena a los tres, cada uno en su medida ha sabido ser consecuente con sus posibilidades, tanto los que la terminaron, por su constancia y superación, como el que se vio obligado a abandonar, pero hay que tener cabeza y pensar que una retirada a tiempo es una gran victoria, que no vale la pena terminar la prueba si no la disfrutas y además te puede pasar factura durante bastante tiempo. Lo de las camisetas que has comentado estoy contigo no es ningún símbolo ni recompensa. Uno mismo ya tiene su recompensa solo por haber puesto todas sus fuerzas mentales y físicas en intentar completar esos 65km.
ResponderEliminarNo desanimes Pablo, más vale una retirada a tiempo que una posible lesión que te mantenga apartado de esta sana afición.
ResponderEliminarDe todos modos pienso que esos cuarenta y tantos km. por montaña no desmerecen en absoluto.
Saludos,
Angel
Gracias a este trío de estupendos senderistas por sus palabras de ánimo. Sois lo mejor... exceptuando, claro, la cervecita de Jose al terminar las rutas.
ResponderEliminarUn abrazo a todos.
Pablo.
Felicitaciones y enhorabuena, a todos los participantes, solo el plantearse el reto e intentar llevarlo a cabo ya es un éxito.
ResponderEliminarFelicidades a todos y a seguir disfrutando de la montaña.
Salva