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Este domingo la ruta propuesta era subir al Vértice Geodésico nº
119 en orden de altura de la Comunidad Valenciana, La Malla Gran, con 1038 m de
altitud situado en el Término Municipal de Morella, Castellón.
Para
llegar al punto de inicio cogeríamos la A-7 dirección Castellón, después la
CV-10 hasta La Pobla Tornesa, CV-15 hasta enlazar con la CV-128, llegando a la
población de Catí y después por la CV-1270 hasta el Balneario de l’Avellà,
donde almorzamos cuando hicimos la ruta del vértice Nevera desde Catí.
Esta
ruta discurre por los enormes carrascales de las Sierras de Vallivana. Según he
leído, estos bosques fueron cedidos por Jaime I
a su esposa Doña Violante, después de la conquista de Morella y, en el
año 1241 Doña Violante donó estos bosques a la ciudad de Morella.
La ruta se
prometía aventurera, pues seguiríamos en tres tramos sendas que aparecen en los
mapas históricos antiguos, pero que ya no han copiado en los actuales.
Saldríamos
desde el Balneario de l’Avellá en descenso, por una senda que nos llevaría hasta
el Mas de la Moleta, en el Azagador La Llacua, el cual seguiríamos hacia la
izquierda para llegar a la Masía Salvasoria (km 4), que ya visitamos cuando
hicimos la ruta del vértice Fustés.
Desde
aquí intentaríamos buscar una antigua senda que nos subiría en fuerte desnivel
hasta la parte alta de la sierra, Les Fontanelles (km 6). Superada la elevación
iniciaríamos el descenso hacia el Barranco de la Figuera y, serpenteando por su
lecho, llegaríamos a la Fuente de la Figuera, donde se aprecia un depósito
contra incendios (km 10).
A
continuación nos meteríamos otra vez en faena buscando una senda que sube por
un barranquito y que nos devolvería a la parte alta de la sierra y así acceder
al vértice de La Malla Gran (km 12).
Seguiríamos
un tramo por el cordal hasta que nos desviáramos por la derecha para bajar por
otra senda olvidada, el antiguo Camí de Morella a Catí, que nos devolvería al
azagador de La Llacua (km 16) y desde allí volveríamos a la senda de subida al
Balneario y a los coches.
Aquí
podéis ver la simulación del vuelo sobre el track que he preparado para que os
hagáis una idea fiel del recorrido.
A la cita de hoy acudieron Pili, Ana,
Manuel Carlos y un servidor. Cuando llegamos al Balneario de l’Avellà hacía un
poco de fresquete a causa del ligero viento.
Nos pusimos en marcha enseguida
con una larga bajada por un azagador. Todo iba bien hasta que nos topamos de
frente con una valla con un cartel que nos alertaba de que allí dentro había
reses bravas ¡La leche!… y se veían allí al fondo, negras, grandes, con
cuernos… o sea: leche, digo…, toros bravos.
Allí, paralizados frente a la
portera, no sabíamos qué hacer. Veíamos que las reses estaban dentro de otro
cercado, pero si había alguna suelta ya era responsabilidad nuestra por
habernos metido allí y no teníamos ganas de sustos. Pensando en cómo solventar
la situación, elegimos seguir la valla de alambre por la derecha, que bajaba
hacia un barranquito, pero después vimos que ésta giraba de nuevo hacia la
derecha sin llegar al fondo, mientras que veíamos que en la otra parte del
barranco había otra valla que suponíamos seria la limitación de esta propiedad,
por lo que saltamos ésta primera, cruzamos el barranco, subimos por la ladera y
volvimos a saltar la valla, creyéndonos ya a salvo.
Continuamos por el lateral de la
cerca, pero al rato la misma aparecía caída ¡Pues vaya con la valla! Daba
igual, cruzamos y seguimos hacia delante hasta que llegamos al azagador de La
Llacua, donde caminamos hacia la izquierda, ahora ya en la dirección correcta y
sobre el track previsto. Hasta había un poste indicativo de la dirección de los
senderos.
Lo que habíamos hecho, en
realidad no había servido para nada, porque el camino nos llevaba de nuevo por
delante del corral de los toros y pasamos por el lateral. No había otra. Más
adelante había un cabestro suelto en medio del camino pastando tranquilo, pero
su cornamenta debería medir casi un metro entre punta y punta… ¡Como para
esquivarlo! Y nosotros ya sugestionados. Nos aguantó la mirada y pasamos por su
lado a los escasos metros que nos dejaba el camino, confiando en que se quedara
quieto.
Al otro lado del barranco vimos el
Mas de la Moleta, donde varios perros comenzaron a ladrarnos, pero
afortunadamente teníamos el barranco de por medio. ¡Uf! ¡Qué ganas tenía ya de
encontrarme con la soledad y tranquilidad de mis rasposas coscojas y mis
queridas aliagas, al menos viejas conocidas! Pero todo llegaría.
Entre corrales de toros, algunos
abandonados, nos fuimos alejando de allí y cuando el camino ya nos llevaba por
el monte, mostrándonos los tupidos carrascales de la zona, vimos a nuestra derecha a unas 6 vacas negras,
éstas sueltas. Se quedaron mirándonos todas y nosotros a ellas, poniendo cara de Jezulín (más bien de terror). Seguimos con
nuestro paso lentamente y, tras el momento de tensión, comenzaron a alejarse poco a poco. Sabemos por
otras ocasiones que existen unas vacas negras, las llamadas Avileñas, muy parecidas a los toros bravos y que no son
fieras, pero no somos para nada expertos en toros y vacas y no sabíamos si se
podían haber escapado de algún corral abierto. De ahí nuestro nerviosismo.
Seguíamos dirigiéndonos a la
Masía Salvasoria ¡qué nombre tan oportuno en esos momentos!, y ya la veíamos,
acariciada por el Sol en un apacible lugar y asomando su derruida Ermita tras ella. La visitamos,
comprobando que siguen en pie las arcadas y el arco de estilo románico, con sus
piedras talladas a mano por los canteros de la época, que dejaban impresa su
marca en cada una de ellas.
Ahora
comenzaba, teóricamente, la primera aventura de la jornada, aunque ya
llevábamos varias. Debíamos subir eligiendo entre la colada que aparece en el
mapa topográfico actual o una senda antigua que aparecía en un mapa de 1972. Podéis ver en él el recorrido que al final hicimos.
Aunque al principio nos limitamos
a subir por el barranco, coincidente con ambos mapas, pronto nos dimos cuenta de que
la ruta por donde situaba la colada el mapa topográfico actual, no existía y nos metería a saco por uno de los
barrancos, por lo que optamos por buscar la ruta de subida representada en el mapa antiguo.
Aunque al principio
no se veía, después, como se puede apreciar en las imágenes, dimos con un
senderillo que, aunque algo tapado en ocasiones, nos permitió subir sin muchas
dificultades y que discurría más o menos por la antigua ubicación.
La subida constante nos había
elevado rápidamente y las vistas hacia atrás eran impactantes. Podía verse
allí, encajonado en la parte alta del barranco, el Balneario de l’Avellà, de
donde habíamos partido. El mar, de un intenso color dorado, detrás de él y como
el día era muy claro, podían verse nítidamente las Islas Columbretes. Y
siguiendo el contorno de la Serra d’En Seller hacia la derecha, la parte más
alta, con forma de casco, donde está situado el vértice Nevera y en el que ya
estuvimos cuando le tocó por altura en una ruta que no me importaría repetir.
A una hora ya tardía, pero
tratando de almorzar en la parte alta, vimos a lo lejos unos cortados, que
además nos resguardarían del viento y los elegimos como lugar para reponer
fuerzas.
Las aventuras previas y el
entretenimiento en la subida nos hicieron ver que ya no podríamos completar la
ruta como la teníamos planeada, por lo que renunciamos a bajar al Barranco de
la Figuera, que nos llevaría serpenteando por su interior y a la aventura de la
subida de nuevo, que era otra de las incógnitas previstas. De esta manera,
aunque no acortábamos excesivamente la ruta en su longitud, sí que lo hacíamos en
el tiempo en que nos hubiera costado hacerla. En su lugar decidimos que, una
vez llegáramos a lo alto de Les Fontanelles, seguiríamos por la pista de la
cresta hasta el vértice, donde nos volveríamos a encontrar con el track que
intentábamos seguir.
Terminado el gratificante momento
del almuerzo, continuamos durante bastante rato por la pista de la cresta,
sabiendo que abajo, a nuestra izquierda iba discurriendo, paralelo a nosotros, el trazado que habíamos
tenido que desechar.
Llegamos al vértice y nos hicimos
las fotos de rigor, siguiendo por la pista nuevamente.
Debíamos estar atentos
para salirnos por la derecha ya que, tomando como nuestra una idea que me
sugirió Xavi y que me dijo que a él le gustaría, pretendíamos encontrar ahora el antiguo Camí
de Catí a Morella que figuraba dibujado en un mapa de 1932.
Como referencia
optamos por salirnos, como apuntó Manuel Carlos, cuando tuvimos a la vista un
peiró en el camino, aunque el mapa indicaba que era un poco más adelante, pero
no viendo certeza clara de bajada, optamos por
seguir por allí, que se presentaba en principio más despejado.
Frente a nosotros aparecía a lo lejos la redondeada cima de El Turmell, ya visitado en una recomendable ruta.
El
terreno, bastante tupido en ocasiones, nos hacía dudar de vez en cuando, pero
haciendo caso de lo que “mentalmente” nos transmitía Jose, decidimos seguir el
track lo más posible, ya que, aparte de las indicaciones del mapa, yo lo había
intentado trazar por las partes que más despejadas estaban en la foto del
satélite.
Veíamos por todas partes las
faldas de las montañas alfombradas de verde intenso y me venía a la mente el personaje
de El Quijote diciendo: “Mira Sancho,
cómo la fortuna nos sonríe y ha alfombrado de verdes y cómodas hierbas las montañas para
que no sufran nuestras carnes en ningún momento con las puntiagudas aristas de
las rocas”… y a Sancho que le contestaba: “Mire Señor que no son alfombras de mullido tacto, sino mantos de
pinchosas aliagas y coscojas con las que nos quieren medrar los desaforados
gigantes y de cuyas heridas no curaríamos sino con el mágico bálsamo de
Fierabrás”… (perdón por el derrape imaginario. Volvemos a la crónica).
En las imágenes puede verse cómo
el Camí Vell, estaba tan “vell”, que en ocasiones estaba “totalment perdut” y
lo que queda de él seguramente se acabará de tapar con el tiempo, pero como
aventura no estuvo mal y disfrutamos de ella. Gracias, Xavi, por la idea que me sugeriste y que sabemos que te hubiera gustado compartir con nosotros y por darme a conocer la existencia de estos mapas históricos.
El “Camí” nos abocó a una rambla
seca y, subiendo un ribazo, nos encontramos de nuevo en el Azagador de
la Llacua, que ahora es una pista monda y lironda y que discurre paralelo a la rambla. Caminando por él llegamos a
una portera que indicaba que ahora comenzaba una finca de reses bravas y que
corría por nuestra cuenta la responsabilidad si pasaba algo ¡La leche! Otra
vez. Pero ahora no había alternativas, así que decidimos seguir adelante
confiando en que las reses estarían cercadas.
Llegamos al poste de la mañana,
lo que nos confirmó que en las primeras horas habíamos estado circulando por
dentro de la propiedad y subimos por la pista. A nuestra derecha estaba el
corral, donde estaban comiendo en ese momento todos los toros negros y de
pronto vimos a dos que estaban fuera de la valla (¿toros o vacas avileñas? ¿y
yo qué sé?), comiendo de unas balas de paja. Nos desviamos un poco por la parte
inferior del camino e intentando aparentar tranquilidad continuamos hasta que
cruzamos al otro lado de la portera y por fin estuvimos fuera del recinto.
Ahora nos quedaba una larga
subida por el azagador de la mañana, que nos llevaría de vuelta al Balneario, que
ya se veía de vez en cuando en la parte alta.
Llegamos al tranquilo paraje
donde, a pesar de las horas, seguía la gente llenando garrafas de agua de la
fuente. Nos dejaron llenar una botella y la verdad es que el agua estaba fresca
y muy buena, pero caía un débil chorrillo.
Entramos a visitar la Ermita, de
la que siempre me gustan las pinturas que recubren sus paredes y techo, aunque
está un poco sobrecargada. Me hacía gracia pensar en ella como la Capilla "Septina"porque está mucho más atiborrada que la original "Sixtina".
Regresamos al coche, donde teníamos garrafas de agua
para refrescarnos. Sacamos las neveritas y, sentados en una de las mesas de
piedra que utilizamos para almorzar en la otra ocasión, nos dispusimos a comer
dando por finalizada esta excursión.
Una ruta en la que no han faltado
sorpresas y aventura. Tal vez si nos hubiera acompañado Xavi, nos hubiera
tranquilizado con el asunto de las reses bravas, que tiene más experiencia, pero ¿quién sabe? La verdad es
que imponen. Un vértice en el que no han faltado los tramos de investigación
que nos gustan, aunque estos antiguos caminos se encontraban bastante
olvidados.
Un saludo a todos y hasta la próxima.
Podéis descargar el track de la ruta pulsando aquí:
PABLOONCE
Hola Pablo:
ResponderEliminarMagnifica ruta torera, la próxima vez que circules por allí además de los bastones pon en la mochila una muleta, por si tienes que dar unos capotazos a las vacas avileñas o a los toros bravos.
Fantásticas fotos como siempre y ruta muy aventurera.
Saludos
Hola Riquelme, lo que pondré la proxima vez que haya toros será la capa pero la de Harry Potter, para desaparecer, jaja.
EliminarUn saludo.
Hola Pablo: veig que vau torejar a la famosa ganaderia de Lozano. Tot i que abans estaven al mas de Lozano i prou i no baixaven al camí real.
ResponderEliminarTot i el que puga semblar la ruta en cap moment passa per una finca particular i, de fet, el camí on estan els bous és el camí real que encara ara gasten els pastors per a pujar i baixar des de les planes del Maestrat i de l'Ebre a les terres altes d'Aragó. El mateix que per on ja va passar Jaume I per a rendir Peníscola com ell conta a la crònica.
Tota una ruta carregada d'història. Llàstima no haver-la pogut compartir amb vosaltres.
Hola Xavi, no debía ser finca particular pero los carteles así lo decían, como el que fotografié y otros en los que decía el nombre de la finca.
ResponderEliminarY... en cierto modo la compartiste, porque siempre estuviste presente.
Un abrazo,
Pablo.