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domingo, 6 de octubre de 2013

0119 - Vértices Geodésicos C.V.: La Malla Gran (1038 m) / A+ 800 m / 20,74 km

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Este domingo la ruta propuesta era subir al Vértice Geodésico nº 119 en orden de altura de la Comunidad Valenciana, La Malla Gran, con 1038 m de altitud situado en el Término Municipal de Morella, Castellón. 




Para llegar al punto de inicio cogeríamos la A-7 dirección Castellón, después la CV-10 hasta La Pobla Tornesa, CV-15 hasta enlazar con la CV-128, llegando a la población de Catí y después por la CV-1270 hasta el Balneario de l’Avellà, donde almorzamos cuando hicimos la ruta del vértice Nevera desde Catí.


Esta ruta discurre por los enormes carrascales de las Sierras de Vallivana. Según he leído, estos bosques fueron cedidos por Jaime I  a su esposa Doña Violante, después de la conquista de Morella y, en el año 1241 Doña Violante donó estos bosques a la ciudad de Morella. 

La ruta se prometía aventurera, pues seguiríamos en tres tramos sendas que aparecen en los mapas históricos antiguos, pero que ya no han copiado en los actuales.


Saldríamos desde el Balneario de l’Avellá en descenso, por una senda que nos llevaría hasta el Mas de la Moleta, en el Azagador La Llacua, el cual seguiríamos hacia la izquierda para llegar a la Masía Salvasoria (km 4), que ya visitamos cuando hicimos la ruta del vértice Fustés.


Desde aquí intentaríamos buscar una antigua senda que nos subiría en fuerte desnivel hasta la parte alta de la sierra, Les Fontanelles (km 6). Superada la elevación iniciaríamos el descenso hacia el Barranco de la Figuera y, serpenteando por su lecho, llegaríamos a la Fuente de la Figuera, donde se aprecia un depósito contra incendios (km 10).


A continuación nos meteríamos otra vez en faena buscando una senda que sube por un barranquito y que nos devolvería a la parte alta de la sierra y así acceder al vértice de La Malla Gran (km 12). 


Seguiríamos un tramo por el cordal hasta que nos desviáramos por la derecha para bajar por otra senda olvidada, el antiguo Camí de Morella a Catí, que nos devolvería al azagador de La Llacua (km 16) y desde allí volveríamos a la senda de subida al Balneario y a los coches.


Aquí podéis ver la simulación del vuelo sobre el track que he preparado para que os hagáis una idea fiel del recorrido.







A la cita de hoy acudieron Pili, Ana, Manuel Carlos y un servidor. Cuando llegamos al Balneario de l’Avellà hacía un poco de fresquete a causa del ligero viento.












Nos pusimos en marcha enseguida con una larga bajada por un azagador. Todo iba bien hasta que nos topamos de frente con una valla con un cartel que nos alertaba de que allí dentro había reses bravas ¡La leche!… y se veían allí al fondo, negras, grandes, con cuernos… o sea: leche, digo…, toros bravos.

















Allí, paralizados frente a la portera, no sabíamos qué hacer. Veíamos que las reses estaban dentro de otro cercado, pero si había alguna suelta ya era responsabilidad nuestra por habernos metido allí y no teníamos ganas de sustos. Pensando en cómo solventar la situación, elegimos seguir la valla de alambre por la derecha, que bajaba hacia un barranquito, pero después vimos que ésta giraba de nuevo hacia la derecha sin llegar al fondo, mientras que veíamos que en la otra parte del barranco había otra valla que suponíamos seria la limitación de esta propiedad, por lo que saltamos ésta primera, cruzamos el barranco, subimos por la ladera y volvimos a saltar la valla, creyéndonos ya a salvo.


Continuamos por el lateral de la cerca, pero al rato la misma aparecía caída ¡Pues vaya con la valla! Daba igual, cruzamos y seguimos hacia delante hasta que llegamos al azagador de La Llacua, donde caminamos hacia la izquierda, ahora ya en la dirección correcta y sobre el track previsto. Hasta había un poste indicativo de la dirección de los senderos.





Lo que habíamos hecho, en realidad no había servido para nada, porque el camino nos llevaba de nuevo por delante del corral de los toros y pasamos por el lateral. No había otra. Más adelante había un cabestro suelto en medio del camino pastando tranquilo, pero su cornamenta debería medir casi un metro entre punta y punta… ¡Como para esquivarlo! Y nosotros ya sugestionados. Nos aguantó la mirada y pasamos por su lado a los escasos metros que nos dejaba el camino, confiando en que se quedara quieto. 


Al otro lado del barranco vimos el Mas de la Moleta, donde varios perros comenzaron a ladrarnos, pero afortunadamente teníamos el barranco de por medio. ¡Uf! ¡Qué ganas tenía ya de encontrarme con la soledad y tranquilidad de mis rasposas coscojas y mis queridas aliagas, al menos viejas conocidas! Pero todo llegaría.





Entre corrales de toros, algunos abandonados, nos fuimos alejando de allí y cuando el camino ya nos llevaba por el monte, mostrándonos los tupidos carrascales de la zona,  vimos a nuestra derecha a unas 6 vacas negras, éstas sueltas. Se quedaron mirándonos todas y nosotros a ellas, poniendo cara de Jezulín (más bien de terror). Seguimos con nuestro paso lentamente y, tras el momento de tensión,  comenzaron a alejarse poco a poco. Sabemos por otras ocasiones que existen unas vacas negras, las llamadas Avileñas, muy parecidas a los toros bravos y que no son fieras, pero no somos para nada expertos en toros y vacas y no sabíamos si se podían haber escapado de algún corral abierto. De ahí nuestro nerviosismo.











Seguíamos dirigiéndonos a la Masía Salvasoria ¡qué nombre tan oportuno en esos momentos!, y ya la veíamos, acariciada por el Sol en un apacible lugar y asomando su derruida Ermita tras ella. La visitamos, comprobando que siguen en pie las arcadas y el arco de estilo románico, con sus piedras talladas a mano por los canteros de la época, que dejaban impresa su marca en cada una de ellas.



















Ahora comenzaba, teóricamente, la primera aventura de la jornada, aunque ya llevábamos varias. Debíamos subir eligiendo entre la colada que aparece en el mapa topográfico actual o una senda antigua que aparecía en un mapa de 1972. Podéis ver en él el recorrido que al final hicimos.











Aunque al principio nos limitamos a subir por el barranco, coincidente con ambos mapas, pronto nos dimos cuenta de que la ruta por donde situaba la colada el mapa topográfico actual, no existía y nos metería a saco por uno de los barrancos, por lo que optamos por buscar la ruta de subida representada en el mapa antiguo. 

Aunque al principio no se veía, después, como se puede apreciar en las imágenes, dimos con un senderillo que, aunque algo tapado en ocasiones, nos permitió subir sin muchas dificultades y que discurría más o menos por la antigua ubicación.




















La subida constante nos había elevado rápidamente y las vistas hacia atrás eran impactantes. Podía verse allí, encajonado en la parte alta del barranco, el Balneario de l’Avellà, de donde habíamos partido. El mar, de un intenso color dorado, detrás de él y como el día era muy claro, podían verse nítidamente las Islas Columbretes. Y siguiendo el contorno de la Serra d’En Seller hacia la derecha, la parte más alta, con forma de casco, donde está situado el vértice Nevera y en el que ya estuvimos cuando le tocó por altura en una ruta que no me importaría repetir.























A una hora ya tardía, pero tratando de almorzar en la parte alta, vimos a lo lejos unos cortados, que además nos resguardarían del viento y los elegimos como lugar para reponer fuerzas.












Las aventuras previas y el entretenimiento en la subida nos hicieron ver que ya no podríamos completar la ruta como la teníamos planeada, por lo que renunciamos a bajar al Barranco de la Figuera, que nos llevaría serpenteando por su interior y a la aventura de la subida de nuevo, que era otra de las incógnitas previstas. De esta manera, aunque no acortábamos excesivamente la ruta en su longitud, sí que lo hacíamos en el tiempo en que nos hubiera costado hacerla. En su lugar decidimos que, una vez llegáramos a lo alto de Les Fontanelles, seguiríamos por la pista de la cresta hasta el vértice, donde nos volveríamos a encontrar con el track que intentábamos seguir.







Terminado el gratificante momento del almuerzo, continuamos durante bastante rato por la pista de la cresta, sabiendo que abajo, a nuestra izquierda iba discurriendo,  paralelo a nosotros, el trazado que habíamos tenido que desechar.






Llegamos al vértice y nos hicimos las fotos de rigor, siguiendo por la pista nuevamente. 






Debíamos estar atentos para salirnos por la derecha ya que, tomando como nuestra una idea que me sugirió Xavi y que me dijo que a él le gustaría, pretendíamos encontrar ahora el antiguo Camí de Catí a Morella que figuraba dibujado en un mapa de 1932. 

 
Como referencia optamos por salirnos, como apuntó Manuel Carlos, cuando tuvimos a la vista un peiró en el camino, aunque el mapa indicaba que era un poco más adelante, pero no viendo certeza  clara de bajada, optamos por seguir por allí, que se presentaba en principio más despejado.



Frente a nosotros aparecía a lo lejos la redondeada cima de El Turmell, ya visitado en una recomendable ruta.










El terreno, bastante tupido en ocasiones, nos hacía dudar de vez en cuando, pero haciendo caso de lo que “mentalmente” nos transmitía Jose, decidimos seguir el track lo más posible, ya que, aparte de las indicaciones del mapa, yo lo había intentado trazar por las partes que más despejadas estaban en la foto del satélite.














Veíamos por todas partes las faldas de las montañas alfombradas de verde intenso y me venía a la mente el personaje de El Quijote diciendo: “Mira Sancho, cómo la fortuna nos sonríe y ha alfombrado de verdes y cómodas hierbas las montañas para que no sufran nuestras carnes en ningún momento con las puntiagudas aristas de las rocas”… y a Sancho que le contestaba: “Mire Señor que no son alfombras de mullido tacto, sino mantos de pinchosas aliagas y coscojas con las que nos quieren medrar los desaforados gigantes y de cuyas heridas no curaríamos sino con el mágico bálsamo de Fierabrás”… (perdón por el derrape imaginario. Volvemos a la crónica).





















En las imágenes puede verse cómo el Camí Vell, estaba tan “vell”, que en ocasiones estaba “totalment perdut” y lo que queda de él seguramente se acabará de tapar con el tiempo, pero como aventura no estuvo mal y disfrutamos de ella. Gracias, Xavi, por la idea que me sugeriste y que sabemos que te hubiera gustado compartir con nosotros y por darme a conocer la existencia de estos mapas históricos.




















El “Camí” nos abocó a una rambla seca y, subiendo un ribazo, nos encontramos de nuevo en el Azagador de la Llacua, que ahora es una pista monda y lironda y que discurre paralelo a la rambla. Caminando por él llegamos a una portera que indicaba que ahora comenzaba una finca de reses bravas y que corría por nuestra cuenta la responsabilidad si pasaba algo ¡La leche! Otra vez. Pero ahora no había alternativas, así que decidimos seguir adelante confiando en que las reses estarían cercadas.






Llegamos al poste de la mañana, lo que nos confirmó que en las primeras horas habíamos estado circulando por dentro de la propiedad y subimos por la pista. A nuestra derecha estaba el corral, donde estaban comiendo en ese momento todos los toros negros y de pronto vimos a dos que estaban fuera de la valla (¿toros o vacas avileñas? ¿y yo qué sé?), comiendo de unas balas de paja. Nos desviamos un poco por la parte inferior del camino e intentando aparentar tranquilidad continuamos hasta que cruzamos al otro lado de la portera y por fin estuvimos fuera del recinto.










Ahora nos quedaba una larga subida por el azagador de la mañana, que nos llevaría de vuelta al Balneario, que ya se veía de vez en cuando en la parte alta.










Llegamos al tranquilo paraje donde, a pesar de las horas, seguía la gente llenando garrafas de agua de la fuente. Nos dejaron llenar una botella y la verdad es que el agua estaba fresca y muy buena, pero caía un débil chorrillo.
















Entramos a visitar la Ermita, de la que siempre me gustan las pinturas que recubren sus paredes y techo, aunque está un poco sobrecargada. Me hacía gracia pensar en ella como la Capilla "Septina"porque está mucho más atiborrada que la original "Sixtina".













Regresamos al coche, donde teníamos garrafas de agua para refrescarnos. Sacamos las neveritas y, sentados en una de las mesas de piedra que utilizamos para almorzar en la otra ocasión, nos dispusimos a comer dando por finalizada esta excursión.





Una ruta en la que no han faltado sorpresas y aventura. Tal vez si nos hubiera acompañado Xavi, nos hubiera tranquilizado con el asunto de las reses bravas, que tiene más experiencia, pero ¿quién sabe? La verdad es que imponen. Un vértice en el que no han faltado los tramos de investigación que nos gustan, aunque estos antiguos caminos se encontraban bastante olvidados.




Un saludo a todos y hasta la próxima.
Podéis descargar el track de la ruta pulsando aquí: PABLOONCE


4 comentarios:

  1. Hola Pablo:
    Magnifica ruta torera, la próxima vez que circules por allí además de los bastones pon en la mochila una muleta, por si tienes que dar unos capotazos a las vacas avileñas o a los toros bravos.
    Fantásticas fotos como siempre y ruta muy aventurera.
    Saludos

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    Respuestas
    1. Hola Riquelme, lo que pondré la proxima vez que haya toros será la capa pero la de Harry Potter, para desaparecer, jaja.

      Un saludo.

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  2. Hola Pablo: veig que vau torejar a la famosa ganaderia de Lozano. Tot i que abans estaven al mas de Lozano i prou i no baixaven al camí real.
    Tot i el que puga semblar la ruta en cap moment passa per una finca particular i, de fet, el camí on estan els bous és el camí real que encara ara gasten els pastors per a pujar i baixar des de les planes del Maestrat i de l'Ebre a les terres altes d'Aragó. El mateix que per on ja va passar Jaume I per a rendir Peníscola com ell conta a la crònica.
    Tota una ruta carregada d'història. Llàstima no haver-la pogut compartir amb vosaltres.

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  3. Hola Xavi, no debía ser finca particular pero los carteles así lo decían, como el que fotografié y otros en los que decía el nombre de la finca.

    Y... en cierto modo la compartiste, porque siempre estuviste presente.
    Un abrazo,
    Pablo.

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